Capítulo 2

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"Papá decía que era como una flor primaveral, pero el otoño y el invierno me azotaron cuando aún era un capullo

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"Papá decía que era como una flor primaveral, pero el otoño y el invierno me azotaron cuando aún era un capullo. La inocencia se marchó sin yo haberla podido disfrutar como era debido"

𝐸𝑙 𝑑𝑖𝑎𝑟𝑖𝑜 𝑑𝑒 𝐴𝑟𝑖𝑜𝑛

Estaba sumergida en la tina, dejando que las saladas lágrimas que brotaban de sus ojos cayeran para mezclarse con el agua tibia. Había refregado su cuerpo una, dos, tres veces... Pero ni siquiera la espuma ni las sales habían sido suficiente para erradicar el sentimiento de suciedad que la agobiaba. Era algo que iba mucho más allá, algo grabado bajo su piel.

Por fin salió del agua, envolviendo su cuerpo con una toalla y dejando un rastro húmedo desde la bañera hasta el espejo, en donde se observó a sí misma con asco. Su pálida tez era el lienzo de varias marcas violáceas hechas por su hermanastro la noche anterior. Era su culpa por haber nacido mujer, o era eso lo que él le decía cuando estaba encima suyo.

La primera vez que Manigoldo dijo que quería jugar con ella, se emocionó al pensar que por fin podrían verse como una familia, siendo ese el motivo de que ella lo dejase escoger el juego. El italiano parecía amar dicho juego, pero ella no, ella lo odiaba. Su cuerpo dolía y sangraba después de jugar, pero cuando ella le había pedido a su hermanastro que parara porque no le gustaba y era doloroso, él la había golpeado y ordenado guardar silencio. Decirle a su madre o al señor Sage tampoco era una opción, pues Manigoldo le había advertido que, de decir una sola palabra, ellos no le creerían y, en lugar de eso, él le daría una paliza.

Había comprobado lo primero aquella tarde que trató de decirle a su madre cuando estaban a solas. Al principio Charlize parecía dispuesta a prestarle atención, pero en cuanto empezó a decirle que Manigoldo le hacía daño, ella se escandalizó y le prohibió decir una palabra más. La mayor pensaba que eran exageraciones suyas por alguna estupidez, y por eso se cerró por completo a escuchar una sola palabra más, alegando que ella no podía ser tan desagradecida para tratar de arruinar su matrimonio con Sage simplemente porque extrañaba a su padre.

¡Por supuesto que Arion extrañaba a su progenitor! Sin embargo, ella nunca había querido arruinar su matrimonio. Todo lo contrario. La joven inglesa solo quería que su mami fuera feliz ya fuera en compañía de su nuevo esposo o sola. Tampoco era una desagradecida. Se había puesto muy contenta al ver lo grande y lujosa que era la casa del señor Sage y todas las comodidades que él podía ofrecerles. ¿Era tan difícil seguir siendo felices si rompía aquella burbuja de perfección al confesar que su hermanastro le hacía daño? Quizás era muy pequeña para comprender, pero sea como fuere ese día tomó la decisión de guardar silencio.

Al principio no había sido tan malo. Ese era su pensamiento luego de comparar las primeras ocasiones con su situación actual. La primera noche solo le ordenó quitarse la ropa y dejar que la tocara y la besara a su antojo. En medio de su inocencia ella le hizo caso sin muchas objeciones. Luego fue su turno de tocarlo a él para que— según palabras del propio Manigoldo— pudiera sentirse bien. Con el paso de las noches el italiano había llevado las cosas cada vez más lejos, obligándola a practicarle una felación y a dejarlo introducir su lengua y sus dedos en su feminidad. Era incómodo, pero tenía prohibido quejarse. Ahora él juntaba sus cuerpos de forma dolorosa, tapándole la boca para acallar sus pequeños gritos de dolor, insultandola con palabras soeces cada vez que empujaba sus caderas hasta derramar sobre su vientre aquel líquido blanco y pegajoso.

Diario de una ninfómana┆Saint Seiya. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora