Capítulo 5

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"Nunca en mi vida me había sentido tan bien luego de hacer algo

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"Nunca en mi vida me había sentido tan bien luego de hacer algo... Pero liberarme de mi hermanastro tuvo un costo. Ese día llegué al mismísimo infierno, y entonces comprendí que mi tortura no había acabado. Lloré durante muchas noches preguntándome por qué me sucedían esas cosas si yo apenas era una niña que nunca había tratado de herir a nadie"

𝐸𝑙 𝑑𝑖𝑎𝑟𝑖𝑜 𝑑𝑒 𝐴𝑟𝑖𝑜𝑛
꒷꒦꒷꒦꒷꒦꒷꒦꒷꒦꒷꒦꒷꒦꒷꒦

Todo comenzó con un golpe. Sage se iría de viaje nuevamente y eso hacía a Charlize mucho más irritable que de costumbre. Cuando encontró a Arion robando uno de los pastelillos recién horneados de la cocina, se dejó consumir por la cólera y tomó su cinturón en mano, desquitando su frustración con cada azote que resonaba contra la espalda y las cosillas de la menor.

Tras un largo rato de golpes ella por fin pudo calmarse, respirando de forma agitada mientras se acomodaba las desordenadas ondas anaranjadas. Charlize recobró su postura elegante y salió de la cocina con la cabeza en alto y una expresión neutra en el rostro, como si nada hubiera sucedido.

Arion, ovillada en el suelo y derramando silenciosas lágrimas por el dolor pulsante en sus músculos, espero a que el sonido de los tacones de la mujer se perdiera en los pasillos antes de levantarse poco a poco. Observó el pequeño postre horneado en sus manos, que había protegido con su cuerpo cuando estaba en el suelo con cuidado de no aplastarlo. Afortunadamente el pastelillo seguía en perfecto estado, provocando que una ligera sonrisa se formara en sus labios a pesar del costo por haberlo tomado.

Salió de la cocina y subió las escaleras sin hacer demasiado ruido, encerrándose en la pequeña y polvorienta habitación en la que estaban las cosas de su padre. Ya estaba todo casi listo. Se sentó en el suelo con las piernas cruzadas, colocando frente a ella una de las fotos de su padre y varios de los cuadernos de cuero que había usado como diarios cuando vivía. Luego colocó el pastelillo frente a ella y le colocó una vela a medio derretir de las que usaban en casa cuando se iba la luz, la encendió con un fósforo y empezó a cantar para sí misma una canción de cumpleaños, soplando la vela al finalizar sin pedir ningún deseo. Era quizás un gesto vacío, pero la ayudaba a distraer un poco su mente y no sentirse tan amargada y sola. El calendario marcaba la ocasión especial de su cumpleaños número diez.

Celebrar no le causaba ninguna emoción, pero con eso podía salir de su rutina y hacer memoria a las tradiciones de su padre. Sacó la vela del pequeño postre y dejó ambas cosas a un lado, no le apetecía comérselo después de la golpiza que le había dado su madre. Lo único que deseaba era poder descansar un poco. Volvió a guardar las pertenencias de su padre en las cajas para evitar que se dañaran y salió de aquella habitación para dirigirse a sus propios aposentos.

Se sentó en el escritorio frente a la ventana, sacando papeles de colores, tijeras, pegamento y algunos marcadores, dispuesta a realizar algunas manualidades para seguir distrayendo su mente. Sin embargo, fue interrumpida por el sonido de la puerta de su habitación al abrirse. Cuando se giró, sus turquesas hallaron con desagrado la silueta de Manigoldo colándose en su cuarto, dejándole saber sus intenciones por la sonrisa perversa en sus labios.

Diario de una ninfómana┆Saint Seiya. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora