Capítulo 2

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Miré el cielo una vez más, pensando si habia hecho lo correcto. No podía evitar pensarlo demasiado, la vida de Ran y de toda su tribu estaba de nuevo en juego y no quería perder a la única chica que logró ayudarme a seguir adelante cuando perdí a mis padres. Para mí; ella era más que una amiga, no sé con exactitud como llamarla, pero creo que es algo más que una amiga pero menos que una pareja.

La tribu de las sirenas era la única que una de las pocas que aún conservaba la mayor parte de su gente; ya que era a la que más trasladaba cada vez que la bruja roja atacaba algún lugar cercano a ella. En algunas ocasiones, mucha gente de distintas razas creía que tenía cierto favoritismo o algo así hacia esa tribu por todos los cuidados excesivos que les daba y tal vez tengan algo de razón; pero aún así, siempre intentaba mantener un balance entre las supervisiones y/o cuidados de cada especie, aunque muchos no lo notarán.

Aquello último siempre me molestaba demasiado. Odiaba oír como la gente siempre me gritaba y recriminaba, solo por tener la falsa idea de que no hacía casi nada por ellos; cuando en realidad, hacía mucho más que toda la gente que me juzgaba. Hakuba y Hattori siempre me hacían creer que las personas que decían eso, solo lo decían porque tenían boca; pero algunas veces, no podía evitar pensar que todo eso era verdad, ya que si muchos lo decían era porque tal vez tenían razón ¿No?. 

Yo sé que nunca podré ser tan inteligente y perspicaz como lo habían sido mis padres cuando gobernaron, aún no era el rey perfecto para mi hogar y tal vez por eso, la gente en varias ocasiones hablaba mal de mí o de mis camaradas, por eso tengo que vencer a aquella bruja y demostrarle a todas las tribus de lo que soy capaz.

Para mí buena o mala suerte, el molesto brillo del sol me logró sacar de todos esos inútiles pensamientos; avisándome que dicha estrella pronto llegaría a su punto máximo, haciéndome creer que tal vez sea mejor irme de aquel lugar tan alumbrado, antes que fuera un poco mas peligroso para mí estar afuera.

Con un poco de fuerza sujete el gorro de mi capa, intentando jalarlo un poco más para cubrir un poco mejor mi rostro, no quería volverme a quemar la cara solo por olvidar colocarme bien mi túnica. Cuando logré acomodar correctamente mi ropa comencé a correr hacia mi tribu, tal vez llegué más rápido que la última vez.

Llegué casi en un nuevo tiempo récord a mi hogar; si no hubiera sido por una maldita roca en el camino que me hizo caer a mitad de mi recorrido, hubiera llegado un poco antes que las últimas veces; al menos, debo agradecer que no me quemé ninguna ...

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Llegué casi en un nuevo tiempo récord a mi hogar; si no hubiera sido por una maldita roca en el camino que me hizo caer a mitad de mi recorrido, hubiera llegado un poco antes que las últimas veces; al menos, debo agradecer que no me quemé ninguna parte de mi cuerpo durante mi andar y mi tropiezo.

Luego de poco tiempo, logré divisar las murallas hechas de madera de mi tribu; reduciendo considerablemente mi velocidad a una típica caminata normal, para poder ver cómo siempre lo poco que aún podía llamar "hogar". Esa era una de las pocas cosas que aun no me molestaban; el caminar un poco por los alrededores del lugar en el que crecí, sentir como a veces los recuerdos se escapaban de mi mente para revivir justo en frente de mis ojos, para poder reencontrarme con mi antiguo yo. Todo eso; de hecho, me relajaba lo suficiente como para poder a veces encontrar alguna nueva idea sobre una gran técnica o estrategia para poder proteger a mi pueblo y a los demás.

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