Capítulo 4

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Mis pies no podían dejar de dolerme por la excesiva rapidez con la que había estado corriendo desde hace tres días seguidos, no puedo creer que lleve casi cuatro días adentrándome todavía a lo más profundo del bosque y aún no encuentro ni siquiera...

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Mis pies no podían dejar de dolerme por la excesiva rapidez con la que había estado corriendo desde hace tres días seguidos, no puedo creer que lleve casi cuatro días adentrándome todavía a lo más profundo del bosque y aún no encuentro ni siquiera alguna pistapara dar con algun posible rastro humano.

Había creído que Hakuba y Hattori tendrían un poco más de suerte con su búsqueda; pero aún no había escuchado ningun sonido o señal proveniente de ellos dos, obligándome a tener que continuar con mi búsqueda aunque el cuerpo me comenzará a doler por la reciente fatiga.

Solté un fuerte bufido mientras veía el comienzo de otro nuevo amanecer, obligándome a tapar por completo todo mi rostro y partes de piel con ayuda de mi tipica capucha negra, optando por caminar a paso lento un pequeño rato para al menos recuperar algo de fuerzas.

Aquél lugar me era bastante relajante; no había ningún molestó ruido en todo ese sitio, solo el ligero golpeteo de la brisa del viento contra los árboles y toda la flora que había por ahí, siendome algo bastante ameno el no poder escuchar ni uno solo de todos los gritos de las peleas infantiles entre mis camaradas o los gritos que a veces me lanzaban las diferentes razas.

Tal vez... Solo, tal vez; si salimos vivos de todo esto, este lugar podría ser un buen escape de mi día a día. Luego de un par de minutos caminando sin rumbo; logré llegar a un pequeño arroyo cristalino que incluso lograba hacer ver la luz del sol atractiva a mis ojos, dando una vista mucho mejor a aquel hermoso paisaje.

Sin pensarlo demasiado; me senté cerca del riachuelo, bebiendo un poco de su agua para al menos volver a sentir algo húmedos mis labios y boca, percatandome que al intentar ver mi reflejo a través del agua no se veía nada.

Al ver aquello; acerqué con lentitud y suavidad una de mis manos a mi mejilla manteniendo un toque suave y delicado, mientras que con la otra rozaba solo con mis dedos el agua, intentando adivinar cómo se veía ahora mi rostro.

Según las viejas historias que hace años me habían contado mis padres; a cada especie se le otorgó una serie de dones que las hacia diferentes e importantes a todas las demás; pero también, a cambio de obtener dichos talentos, tenían que coexistir con uno o más defectos.

Un ejemplo de ello, era Hattori; podría poseer una gran fuerza, la capacidad de transformarse, la rapidez y sentidos más agudos, pero también era un gran cabeza hueca hormonal cuando su novia o alguien importante para él estaba siempre de por medio.

En cambio a mi raza, no le afectaban demasiado sus debilidades. Podíamos ser inmortales, tener fuerza sobrehumana, poder cambiar de forma, disipar nos con ayuda del humo, telepatía, teletransportacion, volar, recuperación rápida, etc... Sin embargo, tambien había muchos costos para todo ello; uno de ellos, era no poder ver nunca nuestro reflejo en ninguna parte.

Aquello siempre a sido ignorado por mi tribu, no era algo que nos dañará en combate o nos impidiera avanzar en nuestra vida rutinaria; no obstante, a veces era molestó nunca poder ver como cambiaba o crecía en algún espejo, no poder ver mis ojos y no poder imaginarme aquel "chistoso" peinado que según Hattori era bastante anormal.

⭐Nada es lo que parece⭐Donde viven las historias. Descúbrelo ahora