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Acordamos encontrarnos en un camino  que lleva al río de la ciudad. Era un lugar increíble, y había sido idea suya aunque yo ya lo conocía.

El recorrido era de tierra, con árboles alrededor, y desembocaba en un muelle. La vista al gran espejo de agua era fascinante.

Me detuve en el sitio pactado a esperarla. Por un instante se cruzó en mi mente que quizá me dejaba plantado...
Pero aparté ese pensamiento enseguida.

-Hey- escuché su suave voz detrás mío y volteé.

Llevaba un vestido blanco con flores de colores, que le quedaba hermoso; y su cabello rubio descansaba sobre sus hombros.

-Hola- sonreí aliviado de que al fin estaba aquí.

Comenzamos a caminar en dirección al río.

-Es un gran lugar, tuviste una buena idea al proponerlo- comenté.

-¿Verdad que si?- respondió ilusionada -Cuando vivía aquí de chica me gustaba sentarme en el muelle y ver el agua por horas...-

Asentí comprendiendo la sensación de la que me hablaba.

-Esos recuerdos de la infancia que nos marcan...-

-Exacto- me miró ¿Emocionada? Por entender a que se refería. De pronto su rostro volvió a ponerse serio -Oye Mat, quisiera disculparme por lo que te dije el otro día-

-¿Que cosa?- la miré confundido.

-Por lo de mujeriego...- miró hacia otro lado, un poco avergonzada.

Sonreí dejando el aire escapara de mi boca, y ella volvió a mirarme.

-No tienes que disculparte. Sólo me gustaría saber por qué piensas eso-

Se quedó unos segundos pensativa, y el tiempo parecía que no pasaba más.

-Yo no te conocía, nunca te había visto ni había oído hablar de ti. Pero Magui sí...-

Mi cuerpo se puso tenso, pero no dije nada.

-Ella iba al mismo instituto que tú. Y al parecer escuchó muchas historias sobre tí...-

-Sara- interrumpí - Tenía 16 años y era un estúpido - reí y ella me acompañó.

-Lo sé...- murmuró.

-Sé que cuando era joven era mujeriego. No te lo voy a negar. Pero era otra etapa de mi vida, donde no sabía lo que quería- decreté con firmeza.

Observé el camino y descubrí que habíamos llegado al muelle.
El cielo estaba despejado, el sol brillaba quemando nuestra piel, y por suerte, no había nadie más que nosotros.

El silencio del lugar nos invadió y la escuché suspirar, mientras nos deteníamos cerca del río.

-¿Y ahora sabes lo que quieres?- preguntó mirándome seria.

Dirigí toda mi atención a su presencia. Tenía que mirar hacia abajo cuando le hablaba porque era más baja que yo, le llevaba como una cabeza.
Estaba muy linda, con sus labios entreabiertos, pidiendo a gritos ser probados.

La miré a sus ojos, que brillaban como diamantes.

-Si, sé lo que quiero- dí un paso con suavidad hacia ella.

No quería hacer ningún movimiento que la hiciera querer salir corriendo.

Para mi sorpresa, alzó más su rostro hacia mi, con una sonrisa tímida.
Toda mi piel se erizó al ver la seguridad en su mirada.

-¿Y qué es lo que quieres?- murmuró sin dejar de mirar mis ojos.

-A tí- susurré más cerca de su rostro.

Por instinto, mojé mis labios con la lengua. Estaba listo, dispuesto a disfrutar de su boca, al fin.

Me parecía estar viviendo un sueño, que luego de tanto tiempo que llevaba deseándolo, se hacía realidad.

Sara suspiró.

Coloqué mi mano derecha en su mejilla izquierda, y la acaricié con mi pulgar.

Hasta que ví el deseo en sus ojos, y acorté toda la distancia entre nosotros.

Besé sus labios primero con dulzura, degustando su sabor. Era mejor de lo que había imaginado, si es que podía serlo.

Sara colocó sus manos en mis hombros y comenzó a mover su boca. El beso se tornó cada vez más apasionado...

Pero de pronto, la burbuja se rompió.

Ella se alejó de mí, como si le quemara.

¿Confías en mí? (3° Libro)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora