disagreed

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Disagreed

—Lo lamento, señor —dijo la cajera de McDonald's, manteniendo rasgos de un acento chileno al hablar en inglés—, pero no puedo darle cinco Cajitas Felices.

Un taxi (varios, en realidad, porque éramos demasiados para viajar en uno solo) nos habían cruzado desde Bolivia hasta Chile, más específicamente, hasta la ciudad de Putre. De allí, un recorrido de un par de horas en ómnibus nos permitió llegar a Arica, desde donde tomamos un avión hacia Valparaíso, debido a la insistencia de Jake y Piper de querer ver la colorida ciudad.

Nos habíamos detenido en un centro comercial para comer algo antes de tomar nuestro último transporte hacia Santiago de Chile.

Hazel había encontrado, un día atrás, un billete de veinte mil pesos chilenos, donde se podía ver el Salar de Surire. Al pasar por allí, había decidido salir sola del autobús. A nadie le había fascinado la idea, pero ella insistió. Media hora después había regresado con una esfera en una mano y un par de piedras preciosas en la otra. Sin dar explicaciones, se colocó en el asiento libre junto a Will y nos indicó que continuáramos por el camino.

— ¿Cómo dices? ¿Que no me puedes dar qué?

Nico estaba inquieto desde entonces. Había pasado el final de la mañana y la tarde entera mostrando una expresión indiferente, pero por dentro estaba desesperado y yo lo sabía. Sostenía con fuerza el billete que su hermana le había obsequiado y miraba a la chica con el ceño fruncido. Se podía notar el miedo que comenzaba a dominarla.

Di un paso adelante, colocándome frente a Nico y tomando su mano suavemente, acariciándolo y logrando que me diera el dinero. Me giré hacia la cajera.

Hola ­—dijee con una sonrisa, en un intento de tranquilizarla—, lamento si está un poco de malhumor, no ha tenido un buen día. ¿Podrías explicarme la situación?

El hecho de volver a hablar en su idioma pareció relajarle un poco, pero seguía viendo a Nico con ojos desconfiados. Me aclaré la garganta y volvió a verme.

Quiere utilizar un cupón de 2x1 y está ordenando una cantidad impar. Solo trataba de explicarle que debería pedir cuatro o seis.

Oh, es eso. Dale seis, por favor —Moví mi cabeza señalando a Nico—, quizá así consigamos que se calme.

Ella asintió y tomó el dinero, terminando la operación al entregarnos el número de orden que debíamos esperar. Nico, a mi lado, estaba recostado en la mesada del local. Los nudillos de sus manos habían palidecido dada la fuerza con que se sostenía, y mordisqueaba repetidamente su labio inferior.

Luego de minutos de espera que parecieron horas, Nico se las arregló para tomar todos los menús entre sus brazos y dirigirse hacia una mesa alejada de donde estaban los demás. Dejó todo allí, ocupando casi todo el espacio, al tiempo que me sentaba para disfrutar mi sándwich vegetariano.

—Lo que sea que tienes ahí adentro —empecé, moviendo mi mentón en su dirección, señalándolo— no lo vas a arreglar llenándote de esta porquería.

Él ni siquiera se dignó a mirarme, sino que abrió el primer menú infantil y sacó una hamburguesa. Con el primer mordisco desapareció un tercio de la misma.

—Mira, a mí me da igual si tú quieres perder tus abdominales y superar con creces la cantidad recomendada de grasas que debes consumir en un día, solo no vengas a llorar cuando eso ocurra.

Permaneció indiferente a mis palabras y, habiendo terminado la primera hamburguesa, sacó las papas fritas. Una a una, sin preocuparle la preocupante cantidad de sal en ellas, las metió en su boca.

how we lived;; di angelo [ES]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora