Capítulo 4

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Capítulo 4:

Cuando salí del entrenamiento, la noche se estaba haciendo presente apagando lo poco de luz que había. Sonreí aliviada al ver a mi amigo caminando en dirección hacia mi parada de autobús.

― ¡SIMÓN! ¡Espérame! ― grité mientras trotaba hacia donde estaba.

Él se dio vuelta confundido, buscando a quien había gritado su nombre. Apresurando el paso logré cortar la distancia que nos separaba. Estando más cerca, divisé como escondía sus manos en los bolsillos de su pantalón de buzo y su cabeza se movía animadamente al ritmo de la música que emitían sus audífonos.

― ¿Me dejas en la parada? ―le pregunté cuando le alcancé.

Simón asintió con calma. ―Claro. Oye Ali, hoy estabas muy rara.

― ¿Rara? ¿Por qué? ― le pregunté alzando una ceja, fingiendo inocencia. La verdad es que sabía muy bien a qué se refería.

Alzó una ceja imitando mis movimientos, indignado ante tan horrenda actuación. Un suspiro exasperado salió de sus labios. ―Sabes a lo que me refiero. Si le evitas será muy obvio que algo te pasa, tienes que seguir la corriente cuando estés entrenando si pasar desapercibida es lo que quieres.

No estaba del todo mal, es más, Simón tenia un buen punto del que no me había percatado antes. Lo menos que deseaba era atraer atención innecesaria y claro, si seguía ignorándole y evitándole tarde o temprano el equipo comenzaría a preguntarse a que se debía mi extraño comportamiento.

Me mantuve en silencio por unos segundos a la vez que miraba el suelo, atónita ante semejante descubrimiento. Si no hubiese sido por mi amigo, no me hubiera dado cuenta. Levanté la mirada para encararle, pero me fijé que el autobús se acercaba detrás de él. Estirando mi brazo con urgencia le pedí al chofer a través de la señalética que parase cuando este estaba a unos pocos metros de la parada. Para mi gran suerte, este decidió seguir de largo dejándome mirando como una tonta mientras que se iba. 

Miré a Simón con un puchero en mis labios. ―Tienes razón, ya no actuaré más raro. Ahora vamos, tendré que irme caminando.

Rio suavemente y pasó su brazo por mis hombros, acompañándome hasta donde teníamos que partir por distintos caminos. Siempre he encontrado ese gesto muy adorable, me hacia sentir como una niña pequeña a la vez que me entristecía esta realidad que en la que muchas mujeres y niñas vivimos.

Me despedí de Simón con un beso en la mejilla, volteando en el semáforo para cruzar a la calle que se dirigía a mi hogar.

El pensamiento sobre la realidad de muchas mujeres volvió a hacerse presente cuando llegué al otro extremo, realizando que no iría acompañada por unas cuantas cuadras más. Le escribí rápidamente a mi hermana para hacerle saber que iba en camino y le compartí mi ubicación actual, habito que se desarrolló a medida que iba creciendo. Ya había sido acosada en la calle por desconocidos múltiples veces, durante el día no era tanto como podía ser de noche que es cuando el temor y la adrenalina en mi cuerpo se escabullían sigilosamente dentro de mi cabeza. ¿Hasta cuando uno tendrá que vivir con el miedo de caminar sola por la noche?

Las calles comenzaron a ser cubiertas por la oscuridad y un silencio sepulcral las apoderó por completo. Ya llevada más de la mitad de camino cuando comencé a sentir que alguien estaba caminando sigilosamente detrás de mí. Como iba con mis audífonos puestos, le bajé el volumen a la música para ir más atenta a lo que me rodeaba. Es increíble como el cuerpo reacciona cuando sientes algo fuera de lugar, la vista se vuelve más ágil y tus pasos son más rápidos y precisos. Diría que se tratara como una película, o un libro, pero ninguno de ellos se acerca a la realidad de lo que significa tener autentico pánico y temor.

La Apuesta (Reescrita)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora