Capítulo 6

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Capítulo Seis:

Lo que había dicho Demian fue cierto. A los minutos después de que la campana final haya indicado el final del día, mientras que esperaba a Simón que llegara Tristan apareció caminando contra la corriente de estudiantes que se dirigían hacia la salida con su desgastado balón en mano.

Con tan solo verlo a lo lejos, mi corazón de la nada comenzó a latir ponderosamente y el deseo de salir corriendo de allí surgió como arte de magia. Me escondí detrás de unos pilares y tal como una psicópata de primera, observé como seguía su rumbo hacia la sala de profesores sin percatarse de quien le rodeaba. Miré a todos lados antes de seguirle el paso con sigilo y cautela, esmerando verle por un momento antes de que Simón llegara y me arrastrara hacia la biblioteca. Solté un suspiro aliviado al notar que entró a la sala de profesores sin enterarse de que le seguía observando babosamente como caminaba tranquilamente. Al darme la vuelta, salté del espanto al ver a dos chicos con sonrisas cómplices en sus rostros. Uno vistiendo el uniforme del colegio y otro con ropas ajenas al uniforme.

La cara de Simón lo decía todo, en cambio la de Demian solo dio a conocer su satisfacción al haberme pillado en el acto. Mi mejor amigo me miraba sorprendido con sus labios fruncidos, sus brazos cruzados y una ceja asomándose levemente arqueada sobre marco de sus gafas. Por el contrario, la sonrisa burlesca que jugaba en los gruesos labios de Demian me atormentó todo el camino hacia la biblioteca, lugar en el que por fin logré recuperar el habla tras aguantar las burlas de mis amigos.

― ¿Y él que hace aquí? ―le pregunté a Simón señalando a Demian mientras que abría mi cuaderno en una pagina en blanco.

Simón solo se encogió de hombros, ― Ni idea, pensé que estaba contigo. ―respondió con tono desinteresado, imitando mi acto y abriendo su propio cuaderno.

Me congelé en mi lugar, aterrorizada ante la imagen de Demian parado detrás de mi mientras espiaba a su amigo. No estaba en mis planes hacerles creer que era una total psicópata que le gustaba espiar a la gente, mucho menos a los entrenadores. Joven entrenadores... y más encima guapos.

Mi mente se inventó miles de excusas, creando distintos escenarios y posibles finales. Ninguno terminaba sin que se burlaran de mí. Ya estaba frita, sería el hazme reír del grupo por mucho tiempo.

― ¿Empezamos por álgebra? ―añadió él tomando asiento a mi lado e interrumpiendo mis pensamientos.

Asentí. ―Si, ella y yo no nos llevamos muy bien.

― ¿En serio van a pretender que no estoy aquí? ―cuestionó Demian después de unos minutos en sumo silencio, relajándose en la silla.

― ¿Vienes a estudiar? ―preguntó fríamente Simón, quien ni siquiera se molestó en levantar la mirada de lo que estaba escribiendo. ―Si no es así, por favor déjanos solos. Nadie te pidió que nos siguieras.

―No seas tan mala onda. ―le regañé tratando de soltar la tensión que se iba formando en el aire.

― ¿Tienes algún problema conmigo? ―preguntó de vuelta Demian, esta vez sentándose recto en su asiento y su mirada tornándose más dura junto con su voz.

Simón finalmente le miró, regalándole una de sus características expresiones en las que te decía disimuladamente que te fueras a la mierda. Abrió la boca para decir algo, sin embargo, ante mi mirada intensa tragó en seco y se giró hacia mí. ―Bueno Alice, como te iba explicando la otra vez...

― ¿En serio tan malos modales tienes? ―volvió a preguntar Demian, moviendo su mentón hacia arriba mientras que su cuerpo se tensaba más y más.

La Apuesta (Reescrita)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora