Capítulo 11

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Capítulo 11:

Simón había estado ignorándome desde que llegó al liceo, evitando a toda costa toda interacción en la que involucraba socializar conmigo. Mis intentos de acercarme a él terminaban por sufrir la ley del hielo por parte de él. No me miraba, ni me hablaba. Cuando vio que moví nuestros puestos del salón de clases con el propósito de estar cerca, descaradamente le pidió al chico sentado atrás que cambiaran de asiento dejándome como una inútil que ni disculparse podía hacer bien.

No fue hasta que después de distintos intentos en los que me dejaba hablando sola (como cuando lenta y dolorosamente ahogó mi sinceridad con la música de sus audífonos), me había hecho la idea de rendirme y recurrir a unas disculpas a través de mensaje así no me sentiría tan ignorada y pretendería que solo se le había olvidado contestar.

Sin embargo, mi determinación volvió cuando vi por el rabillo de mi ojo que se desplomaba agotado sobre su pupitre después de haber jugado futbol toda la clase de gimnasia. Y para agregarle más sazón a la situación, se dio la coincidencia de que el asiento de adelante se encontraba vacío por lo que no lo dudé y me acerqué a él con el corazón amenazando salir por mi boca.

― ¿Hasta cuándo me vas a seguir ignorando? ―le pregunté, tocándole su hombro.

Simón se reincorporó de su posición de descanso y me miró con fastidio, fulminándome con la mirada. Luego, bostezó y se frotó los ojos antes de ajustarse sus lentes. ― ¿Vas a salir corriendo esta vez?

―No. Solo escúchame, ¿sí? ―me relajé al darme cuenta de que su mirada se había suavizado y que me estaba mirando atento. Seguramente estaba disfrutando de mi miseria. ―Perdón. Fue de pendeja haber salido corriendo.

―Corrección, dramática. ―me interrumpió. ―Fuiste dramática, pendeja e impulsiva. Todos estábamos preocupados por ti, Alice.

Le fulminé con la mirada y continué con mi discurso melodramático. ―Fue super dramático haber hecho sabiendo que solo intentabas ayudar. Me dejé llevar por las emociones del momento. Eres en verdad mi mejor amigo y me duele con el alma que estemos peleados. Te quiero mucho, Simón.

―Que va Alicia, que a ti no te vienen estas niñerías. ―dijo él cambiando su acento a uno español. Me regaló una sonrisa y me dio un pequeño golpecito en la frente con su dedo índice, murmurando un forzado te quiero. Lo decía genuinamente solo que él no era de mostrar mucho afecto ni mucho menos decir cursilerías, como le gustaba referirse a los te quiero y a los te amo.

Sonreí aliviada por su respuesta y me estiré sobre la mesa para envolverle en un abrazo, empujando la mesa hacia un lado y como era de esperarse, llamando la atención de nuestros compañeros de curso que no tardaron de burlarse de la situación tirando besitos al aire.

Ignoramos sus burlas y continuamos en lo nuestro. Una química repentina comenzó a surgir entre nosotros. Sabía que con Simón siempre hubo buena química y por lo que nos volvimos mejores amigos de años, pero algo cálido había comenzado a brotar entre ambos. Nuestra amistad se estaba fortaleciendo.

― ¿Te invitó Romeo a su fiesta de cumpleaños? ―pregunté ignorando aquel sentimiento.

Simón asintió energéticamente, mostrándome el mismo mensaje de texto que Romeo había enviado al grupo de baloncesto. ―No, si yo no soy parte del equipo.

Reí avergonzada por mi momento de estupidez. ―No me fijé que lo había enviado al grupo.

― ¿Vas a ir?

―Yo creo que sí, mi cuerpo pide un poquito de bailoteo loco además que ya no tendré la bota puesta para que me lo impida. ¿Crees que podré invitar a Denisse? Hace tiempo que no salimos los tres...

La Apuesta (Reescrita)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora