Capítulo 3:
En cuanto puse pie dentro del gimnasio, algo de mi insinuaba que algo pasaría. ¿Qué era? No tenia ni la más mínima idea.
Al otro lado de la cancha, cerca del tablero que daba hacia la entrada de los camarines logré divisar a uno de los jugadores del equipo masculino más destacados: Demian. Un chico alto, moreno y pelo negro. Este personaje tenía una personalidad muy peculiar, puesto que desde lejos se veía intimidante tal como un mastodonte, pero una vez agarraba confianza no había quien le parase.
Sus habilidades destacaban su gran potencial en dar saltos y buena defensa, pues en la posición de pívot en la que jugaba se le exigía. En pocas palabras, en él dependía cuidar que el equipo contrario no encestara y no tomara ventaja al robar los rebotes.
Apresuré el paso, caminando derecho hacia los camarines con la esperanza de no ser golpeada por un rebote de un lanzamiento mal ejecutado por uno de los novatos.
Paciencia Alice, tú eras igual.
Ya preparada y lista para la acción, comencé mis estiramientos mientras que mis compañeras de equipo me ponían al día con los mejores rumores del día.
―Te lo juro, vi al entrenador con un muchacho en la sala de profesores. Me parece que él también nos entrenará. ―afirmaba Rebeca mientras que movía sus dedos, trenzando su larga cabellera.
― ¿Y cómo lo sabes? ― preguntó Tori, otra de mis compañeras.
Rebeca se encogió de hombros. ―Tuve que ir a entregar un trabajo de artes. Iba saliendo cuando ellos estaban allí.
Estaba a punto de replicarle en el momento que las puertas del gimnasio se abrieron generando un dramático estruendo. Algunos de los que estaban allí se quedaron estupefactos ante la presencia del entrenador que sin duda venía acompañado de alguien desconocido. La persona quien lo acompañaba paró abruptamente para saludar a Demian con naturalidad, dándole un choque de puños y una mera sonrisa.
Mi ritmo cardiaco fue gradualmente elevándose a la vista de aquella persona. Estupefacta ante su presencia, intenté pellizcarme para corroborar que no estaba alucinando por completo. Tristan estaba allí en carne y hueso.
No fue hasta que el entrenador David haya tenido que llamarnos a todos que comprendí que ya era gato encerrado. Analicé mis posibilidades de fingir que me dolía el estomago para salir corriendo y así esquivarle o simplemente pretender que no lo conocía. Si optaba por mi segunda opción sería muy obvio, puesto que mis compañeras ya habían notado mi tensión desde que le vi llegar.
El entrenador se posicionó detrás de la mesa que usaban los profesores de Educación Física, pidiendo que mantuviéramos el silencio. Seamos realistas, no podías mantener a un grupo de más de 10 personas quietas por más que quieras, siempre estaba aquella que se creía el payaso de la clase y tenía que decir algo en pleno silencio. Por suerte, esta vez nadie dijo nada.
―Bueno chicos, primero que todo buenas tardes. ―vociferó nuestro querido entrenador. ―Lamentablemente para hoy, tengo dos noticias que darles. ¿Cuál quieren oír primero, la buena o la mala?
Miré a mis lados y me fijé que Demian se había sentado a mi lado con una mueca burlona plasmada en sus labios.
―Mejor diga la mala primero, luego la buena así nos suben el ánimo. ―respondió Demian.
Todos asentimos de acuerdo.
―Bueno si es así, desafortunadamente el colegio ya no puede costear dos equipos de baloncesto debido a que hubo un recorte en el presupuesto.
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La Apuesta (Reescrita)
RomanceAlice Metta siempre ha sido dependiente emocionalmente de las personas y está dispuesta a sanar. Tristan Murphy siempre ha sido independiente en todo sentido y está dispuesto en ayudar a quien lo necesite. Dos polos opuestos con una pasión en común...