Cap 112-Mundo 7

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Narrador

Unas horas antes.

Enoc se acostó en el pasto mientras esperaba a Maite volver.

Se llevó la mano a los ojos y frotó la venda.

Falta poco para completar su misión, pensó.

De repente, su respiración empezó a perder el ritmo. Se levantó del pasto verde con dificultad.

Golpeó su pecho al mismo tiempo que transpira.

-De verdad, no puedo mantener la memoria por mucho tiempo- susurra.

Durante estas semanas Enoc estuvo obligando a sí mismo a quedarse con la memoria.

Todavía no tiene suficiente poder como para mantenerse estable. Su límite ha llegado.

Ríe en seco.

-Sólo por hoy...- dice con fuerza.

 El cuerpo de Issac ha rechazado su memoria desde el primer momento. Cuando un cuerpo rechaza una memoria que trata de entrar, esto causa heridas irrevesibles hacia Enoc.

O en otras palabras, mientras más tiempo Enoc tenga memoria, el dolor será mayor. Porque un cuerpo no puede guardar dos memorias a la vez.

No es un dolor físico, sino espiritual.  

Sin embargo, él ha aprendido la forma en cómo convivir con este dolor. Porque no es la primera ni será la última vez.


Dos gotas de sudor rozan su cara recorriendo su rostro hasta caerse desaparecidos en la tierra.

Aprieta los dientes.  

Quién podría imaginarse de su sufrimiento? Nadie hasta ahora. Es como si te desgarraran es mil pedozos y pierdes la consciencia. En el momento que pierde, su memoria se irá. Y volverá a ser el Enoc como Issac.

Intentó esconder su dolor hacia Maite durante todo este tiempo, cuando ella entra en sueño, ahí es cuando recién empieza su sufrimiento. No quiere preocuparla.


Empieza a toser sin parar hasta que la garganta ya no daba más.


El dolor desaparece.

Enoc respira fuertemente.

-Gané- levanta el puño.


Sólo quiere recordarla un tiempo más, no quiere convivir con ella teniendo otra identidad, siendo otra persona. Al fin y al cabo, un cuerpo sin memoria propia es un cuerpo vacío, no  importa que el alma sigue siendo de Enoc, nada tiene sentido si no puede llamar por su nombre.


A lo lejos resuenan pasos de gentes que se acercan. 

Enoc no se alerta ni se apura en ponerse de pie.

Unos cuantos hombres descubren la presencia de Enoc enseguida.

-Jefe! Encontramos a alguien!- gritan.

Desde el fondo sale caminando el Jefe de los bandidos.

Reconoce a Enoc.

-Tú eres el Padre Issac.- entrecierra sus ojos.

-Así es- responde Enoc.

-Dónde está ella?!- gritan desesperado.

-Adivina- le responde con una sonrisa.

El Jefe se enfurece al instante.

-Llévenlo!- ordena el Jefe.


Dos personas sostiene a Enoc de los brazos y se van.

Pasan por las montañas y bosque hasta llegar a su base.

En ningún momento Enoc luchó contra ellos. 

Maite dijo que quiere resolver el problema en paz.


-Arrodillate- dice el Jefe a Enoc cuando llegan a su base donde se encuentran el resto de los bandidos.

Enoc no hace caso.

-Padre, ya no eres el Padre de la iglesia, te das cuenta?- agarra a Enoc del escote.

Enoc estaba rodeado por estos bandidos. 

-Suelta- dice al fin.

-Qué dijiste?- el Jefe se hace el sordo.

Enoc agarra del brazo que se encuentra en su escote. 

En el instante que hace fuerza para sacarlo una voz grita.



-Por favor! Haremos lo que quieras, dejenos comer un poco....por favor!- 

Una mujer suplica arrodillada en el piso con un bebé en la mano. 

El bandido la ve con asco y desprecio, levanta su pierna para patearla.

La mujer cae a unos metros pero sostiene al bebé en los brazos con fuerza para no lastimarlo. 

-Sólo un poco de agua y pan....mi bebé morirá...por favor- sigue suplicando en el piso. 

Desde las jaulas, entaban encerradas otras mujeres quienes miran la situación con miedo e impotencia. Son esclavas que los bandidos atraparon para el deseo sexual. Hasta hay niños.......nadie se atreve a decir ninguna palabra. 

La atención de Enoc vuelva hacia el Jefe. 

-Que vas a hacer cuando la encuentres? Esto?- el enojo crece en él.

-Peor. La torturaré y luego...ya sabes, lo que todo un hombre pueda hacer- ríe el Jefe con perverción.




Enoc se enfurece por completo.

-Últimas palabras?- pregunta antes de empezar la matanza.



  

Yo, tú y la cebollaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora