De vuelta en Alfea

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Sostuvo las maletas fuertemente mientras caminaba por un callejón oscuro y sin salida de una ciudad de Canadá, molesta por tener que volver al instituto de magia en el que alguna vez estudió.

La directora Dowling, su ex-profesora, siempre le había dicho "al lugar que alguna vez le llamaste hogar, no importa por cuánto tiempo, siempre lo será", pero para ser sincera, ella no creía lo mismo.

Es cierto que Alfea fue su hogar durante un par de años, y que su estadía allí fue increíble. También es cierto que en aquel lugar encontró a personas maravillosas que recordaría durante prácticamente toda su vida, pero todo eso se vio truncado en aquel momento.

El día que la muerte -asesinato a sangre fría- de Ada, su pequeña hermana, se hizó presente, algo cambió en Atenea. Ella solía disfrutar de lo que aquella escuela podía ofrecerle: buceaba en el lago, disfrutando de la tranquilidad que se respiraba allí. Paseaba en por el bosque, admirando la belleza de la naturaleza; ayudaba a las hadas de tierra a cuidar de las plantas...

Era una alumna ejemplar: acudía a todas las clases sin poner una sola excusa o queja, practicaba en el círculo de piedra cuando tenía tiempo libre, tenía buenas calificaciones, convivía a la perfección con sus compañeros y amaba ayudar a los demás. Incluso los especialitas, al completo, la adoraban.

Simplemente era feliz con la vida que tenía.

Amaba bromear con Riven, su mejor amigo; pasear de la mano con Sky, discutir con Silva, ir de compras con Stella, practicar con Kat...

Pero toda la situación había cambiado en aquel año.

Gracias a ese fatídico día.

Gracias a ese doloroso suceso.

Su muerte había sido un golpe demasiado duro para Atenea, ella amaba con toda su alma a su pequeña hermanita de 10 años. Le encantaba verla reír y ver los pequeños hoyuelos que se formaban en sus mejillas. Su corazón se alegraba cada vez que la niña descubría algo nuevo y venía a contárselo con la ilusión reflejada en su oscuros ojos. Le fascinaba verla mientras le leía uno de sus relatos y se volvía a dar cuenta de lo inteligente que era. Simplemente, para ella, su hermana lo era todo. Era su media naranja, la otra mitad de ella.

Así que el día en el Ada fallece y es enterrada, una parte de Atenea también lo hace.

Camina totalmente perdida en sus pensamientos hacia una puerta oxidada que se encuentra al final del callejón. Tiene varias marcas y graffitis pintados en ella, y la chica está segura de que e cuanto la abra se caerá a pedazos.

Se acercó a ella cuidadosamente, asegurándose de que nadie la veía o la seguía. Suspiró, pensando que aquello no era lo que quería, pero que no le quedaba más remedio. Abría la vieja puerta, y tal como le había dicho Fara, frente a ella se encontraba Alfea, el instituto para hadas y especialistas.

Tomó las maletas que había dejad a su lado, y sonriendo durante unos momentos, dio un paso adelante, adentrándose en la escuela. Frente a ella se alzaba la entrada del lugar, totalmente lleno de vida. Las personas paseaban con alegría; algunos ilusionados con su primer año y otro jocosos de volver al maravilloso sitio.

Y otros pocos, estaban un poco perdidos, como una delgada chica de cabello rojo. Bloom miró el paisaje que se encontraba a su alrededor, totalmente embobada por el ambiente que se respiraba y la vida que transmitía aquel mágico instituto.

Atenea no tenía ni ganas ni tiempo para hacer amigas, pero al ver a la chica tan perdida, decidió ayudarla. Se acercó a ella, mostrando su sonrisa. Al darse cuenta de esto, la pelirroja intentó girarse antes de que llegara a su lado, no quería pasar por la misma conversación que tuvo antes.

- Hey- saludó la morena, sintiendo como las miradas de los demás alumnos, sobretodo de los que la conocía, se hacían presentes y se dirigían en su dirección.

- Hola.- la muchacha bajó la mirada, incómoda por la atención que recibían.

- Soy Atenea, encantada.- extendió un mano, que la otra no tardó en apretar.

- Bloom.- le sonrió.

- ¿Bloom? No me suena tu nombre, ¿de dónde eres?

- Soy de California.- volvió a incomodarse. Estaba teniendo otra vez la misma conversación, y no quería explicar las cosas.

- Que bien, yo vengo de Canadá.-eso sorprendió a Bloom.- No son muy parecidos, que digamos.

- ¿No vienes de un Reino Mágico, como los otros? - frunció un poco el ceño, sonriendo ahora más cómoda.

- Yo nací en uno de ellos pero he estado viviendo durante casi dos años en el Mundo Humano.- explicó.- Oye, cambiando de tema, ¿necesitas ayuda?

- Oh no, solo necesito encontrar a una chica. Su nombre es...- se quedó pensando un momento.- Sta... Stell...

- Stella.- puso cara de asco.- Por desgracia sé quien es.

- Oh, ¿no te cae bien?

Claro que no lo hacía. Ya no.

- No.- contestó sin ningún tipo de vergüenza.- Mira, está allí.

- Pero...

Antes de que la pelirroja pudiera terminar la frase Atenea desapareció de su vista. No soportaba más estar rodeada de tantas miradas y opiniones.

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