Iba en una furgoneta con un ¿Pañuelo? Bueno, un trozo de tela en la boca, intentaba gritar lo más alto posible, hasta el punto en el que se le marcaban las venas, pero dicha prenda se lo impedía, lloraba, pataleaba e insultaba por debajo de la prenda.
-Callate wey, nadie te va a escuchar- dijo un chico con una coleta y acento mexicano.
Se pasó esas palabras por las pelotas como diría el y siguió emitiendo los mismos sonidos. Ahora llegó otra persona.
-Callate si no quieres que te mande a ver a tu madre ¿Entendido- dijo una voz suave pero espeluznante, el hombre llevaba una máscara de tela negra y un sombrero raro.
Asintió dejando de hacer esos movimientos.
Una media hora después notó el vehículo pararse.
-Llegamos al último lugar que verás- dijo un chico con una bufanda.
-Culebra relaja- dijo el pescador.
-Pero si es verdad wey- dijo el de la coleta.
Lo bajaron a la fuerza, le pusieron una venda para taparle los ojos y empezaron a andar con Gustabo cogido de las axilas.
Una vez llegaron al lugar que querían lo sentaron y le quitaron la venda. El lugar era algo húmedo y oscuro.
Le quitaron la tela de la boca, inmediatamente empezó a llorar más fuerte. Lo dejaron tirado, tenía tantas pocas fuerzas que no se podía mover.
-¿Q... Que queréis de mi...?- preguntó en un hilo de voz.
-Awww ahora nuestro Gustabín es el más inocente de todos- dijo el mexicano.
-¿Pero que os he hecho?- preguntó ahora más fuerte.
-La pregunta es ¿Que no nos has hecho?- dijo el pescador con coraje- primero, eres el hijo del Super Intendente. Segundo, por tu culpa mataron a Manolo, que era de esta mafia. Tercero, por tu culpa se fue Xiaomi, que por querer jugar a los enamorados se fue a la mierda. Así que esos son motivos suficientes para que te matemos- enumeró.
-Pero...- intentó replicar.
-Nada de peros- dijo cogiendo un bate de una esquina de la habitación- ¿Sabes que? No te vamos a matar todavía- alzo el bate- voy a divertirme un poco- dio el primer golpe.
