𝐖𝐈𝐂𝐊𝐄𝐃
❝En un punto, todos tenemos que elegir: cómo el mundo quiere que seas o cómo eres tú.❞
𝐌arkus Belova había sobrevivido a los cientos de círculos del infierno, ahora debía enfrentarse al verdadero limbo.
...
CRISTALINO, capitulo veintiuno: la posible amenaza!
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Quebec, Canadá — Marzo de 2017, ocho meses después.
NATASHA ROMANOFF EXTRAÑABA AQUELLOS MOMENTOS, donde uno podía sumirse en la tranquilidad del entorno, en la tranquilidad de la otra persona. En el simple presente. Tal vez se trataba de la simple quietud que había en ese simple minuto, en el momento que todo parecía normal por un mísero segundo. Donde nadie estaba persiguiéndolos, queriendo asesinarlos, de que la trayectoria de una bala estriada no era dirigida hacia sus cabezas o millones de armas estuviesen apuntando a sus espaldas en un juego macabro donde ellos podrían perder si movían sus piezas de manera incorrecta. Nada de eso ocurría en aquel momento. Todo era quietud, todo era tranquilidad, el silencio abundaba de manera penetrante en los pómulos de la mujer de cabellos rubios. Parecía algo inquieto, algo que podría salirse de su agarre en cualquier momento, como un niño animado por lo que tiene adelante.
Ella no quería dejar ir eso.
A pesar de que eso sea a costa de muchas personas perdiesen la calma en ese momento.
Natasha pedía simplemente un momento para respirar.
(En un mundo perfecto donde nadie la perseguía, donde ella y su familia no eran el enemigo.)
—YA slyshu tvoi mysli otsyuda, Romanoff (Puedo escuchar tus pensamientos desde aquí, Romanoff)—espetó una voz ronca a su lado, cosa que le hizo que se le erizaran los cabellos de la nuca—. Vernulsya spat' (Vuelve a dormir).
La mujer de cabellos cortos sonrió de manera casi inconsciente, percatándose de la presencia que emanaba gran calor corporal a su lado. Apenas se podían ver pequeños trazos del sol enmarcando aquella figura gloriosa, totalmente gloriosa y vulnerable al mismo tiempo: una figura que conoció el miedo como ella, el profundo dolor, la desesperación, la tenacidad y la absoluta perseverancia de caerse para volver a levantarse a pesar de que todo se derrumbase a su alrededor. Una figura que ella misma dejó entrar a su vida, derrumbando las paredes, muros que ella había levantado de manera estoica para alejar a todos. Muros que ella creyó que eran lo suficientemente sólidos para evitar invasores, provocar guerras y protegerse de todas las corrupciones posibles y de emocionalidades que podrían romperla como una matrioshka pierde sus partes para cubrir lo que hay dentro.
Todo eso, en cuestión de años, se derrumbó.
Y vaya que ella lo agradecía.
Markus Belova se encontraba a su lado, recostado en la cama que ambos compartían en la ciudad de Quebec, donde el invierno áspero y traicionero aún les daba la bienvenida a pesar de que Marzo ya se estaba acabando. Natasha pudo ver detalles que empezaban a iluminarse a través de la luz que se colaba por las cortinas, anunciando que pronto empezaría el día para todos los mortales, incluso ellos. Divisó cicatrices de batalla, de guerras, de venganza y de pura agonía — todo eso era mezclado por sus aciertos y fallas, por su sangre hervida y por su desdicha. Era toda una obra de arte, una pintura que solo una persona se podía detener a mirarlo de tan cerca.