Prácticamente desde el nacimiento de Ludwig, siempre sentí algo. Algo indescriptible que me reconcome desde aquellos días.
Ludwig es el hijo perfecto, estudioso, serio, inteligente, maduro, con gran fuerza de voluntad, e igual a Vater. Es un árbol y yo su actual sombra.
Pero eso no me molesta, Ludwig también tiene defectos, y yo como su hermano mayor, debo ayudarle siempre, hacer que crezca el árbol sin que me importe ser su sombra. Ser la sombra del reflejo de mi padre no es una molestia para mi, pero ser tu sombra sí lo es, Roderich.
Acepto, que siempre nos hemos odiado, y hemos tenido una sana rivalidad, que hemos competido por la gloria en todo lo que pudimos. Pero has cruzado el muro de Berlín, y aunque eso trajese sentimientos de felicidad en su día, a mi solo me trae rabia e impotencia.
Elizabeta Héderváry, la conozco desde hace tanto tiempo, hemos sido amigos, aliados, enemigos y cómplices. La chica que de joven creía ser caballero y actuaba de una forma tan convincente que hasta llegué a pensarlo. La chica que con doce años decidió empezar a actuar de forma "femenina" y cambio de personalidad bruscamente. La chica a la que convencí de ser ella misma y no pasarse de un bando al otro solo para buscar la aprobación de la mayoría.
Esa chica que en un golpe de confianza te confesé que amaba. Esa chica a la que te propusiste unos días más tarde y acepto sin miramientos.
La única persona que me veía asombroso sin sarcasmo, en sus momentos dulces y que creí que me veía como el número uno.
Al principio cuándo me comentó la noticia, me alegré, pensé que sería un plan para ponerme celoso que demostraba que ella sentía lo mismo que yo, pero nada más lejos de la realidad, no era un engaño, ni una broma, no se oía risa ni carcajada. Era lo que más me duele reconocer, era real.
Y ahora, no me puedo quitar de la cabeza vuestra imagen, lo felices que sois, y lo que nunca sucederá. Has acabado nuestra rivalidad ganando con un gran golpe de gracia e ironía, pero al ser ella su propio ser, no puedo quejarme de su elección.
Nunca seré el número uno, no puedo dejar de pensarlo, todo aquello que mi padre decía era cierto. Soy inmaduro, vago, no sirvo para nada y nunca conseguiré nada por esto mismo. Y cómo él siempre dice, no debería haber nacido ni existido. Solo puedo pensar en cómo llegué si quiera a imaginar que ella podría querer estar con alguien como yo. Alguien tan patético y cobarde. Y por ello mismo, solo me queda la solución de los cobardes a los que la vida da la espalda, pero no quiero volver a casa, ya que ver la cara de Lud me traerá remordimientos y ver a mi padre impotencia.
Siento mucho que todo tenga que acabar aquí, en esta azotea, y siento mucho el sufrimiento que causaré a algunos pocos, el alegro de otros muchos y la indiferencia de innumerables personas.
Francis, Antonio, gracias por haber estado ahí siempre, y siento haberos mentido diciendo que estaba bien y que no pasaba nada.
Ludwig, hermanito, gracias por haber sido tan buen hermano y por quererme, y preocuparte de mi a pesar de todo lo que liaba y todas las situaciones dónde te metía. No podría haber deseado mejor hermano, y verte cada día crecer lentamente me ha llenado de orgullo. Esté dónde esté siempre serás mi querido hermanito y te apoyaré para que crezcas sano y fuerte.
-Gilbert- Siento ser tan cobarde.
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¿Tendría que ir? No pinto nada allí, pero...
- Feliciano- Hey Lovi, ¿Qué es eso?
- Lovino- No es nada, huh... Una caricatura de la profesora de química.
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Dos ojos dos voces.
FanficFeliciano y Lovino Vargas son dos hermanos Italianos que van a una prestigiosa escuela internacional. Esta historia narra desde dos puntos de vista como un secreto puede cambiarlo todo en las vidas de ambos adolescentes.