Inocente placer.

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Entre todos sabemos que Eros es el dios del amor y del deseo sexual, incluso es el patrón de los homosexuales. ¿Pero también incita el deseo carnal de uno sí mismo? Al menos el hecho de masturbar es un arte, es un autocoito, es hacerse el amor… Quizás un estado que hace creer el indicio de narcisismo, un estado de necesidad, una llamada de la propia soledad.

Sabemos que el artista necesita unas herramientas para crear su arte, sea crear como ornamentar, por lógica nosotros, como artistas en el sexo una mano actúa, la otra facilita el clímax con los tocamientos que seducen en la piel, con esas caricias que te hacen desear aún más contigo mismo, así formalizaba el artista la convivencia con su propio cuerpo, demostrando que lo necesitabas. Estando enamorado de él mismo, comprendía que es una cópula entre su cuerpo y su alma, entre su materia y su esencia, entendía sin duda que su cuerpo es uno solo, y que su alma puede tener distintas caras, tantas que al personalizarla crearía una imagen, esa misma que forma su imagen. Fue joven, sensual, bello, ¿fue inteligente? tan solo veía las cosas de otra manera, a su manera.

La masturbación es una metáfora de la vida.

Primero: sensación de impaciencia y bienestar con lo imaginado antes de la eyaculación, es la primera fase que siente él adentrarse a un nuevo mundo, a un mundo en el que él solo lo puede imaginar, un mundo sin voces, mudo, sordo, blanco, desnudo, y solo está él, sin que nadie le moleste.

Segundo: Desasosiego agradable pro la proximidad del gran momento, del momento álgido, o quizás una frustración y rabia si todo se interrumpe…

Tercero: Esa invasión de un placer inconmensurable, tridimensional, único y liberador, cercano al éxtasis… Interrumpiendo en el alma con gemidos sensuales, provocando evasión y mil viajes a otras esferas utópicas…

Y para terminar, el cuarto: una profunda relajación, personal e íntima, tan callada que parece una quietud reflexiva, una paz espontánea y breve, tan pasajera como una tormenta de verano. Se extingue, se diluye, se reduce a un acuoso recuerdo, acuoso, un recuerdo que traza caminos líquidos sobre su piel, una diminuta laguna Estigia. Un baño para almas en pena, reconstituyente, necesitaba el semen galopando por sus venas para continuar viviendo, como caballos sin desbravar y ensordecer con los empujes de sus cascos, y creerse frenético, ilusionado, hombre, varonil…

Y por fin abrió los ojos, el semen es el fruto del gozo, es esa semilla, el néctar de la luna de la noche anterior, se untó un dedo, del néctar de los dioses, abrió sus labios y sacó la lengua, lo lamió repetidas veces, notaba la plenitud de la vida dentro de él cuando lo retenía en la boca de un ser suyo sin fecundar, del hombre en estado bruto, de sabor amargo mezclado con la saliva, es la célula básica de una vida improbable, hermafrodita, se lo tragó de una vez, se tragó su semen, se tragó su hijo, se tragó su mundo interior como Erisictón, Rey de Tesalia que se comió a sí mismo, a sí mismo.

Relatos de Eros.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora