Carta de un poeta maldito.

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 Uno de Junio de dos mil quince, hoy debería ser un diecinueve, sin importar el mes ni el año.


Hoy es el día que todos te abren la boca para decirte una palabra universal, felicidades, y yo ya te lo mencioné pero nunca es suficiente para saborear esa palabra con tanto sentimiento. Digo yo, de qué sirve leer una mísera palabra para entender que hoy es tu cumpleaños, hoy debe ser ese día especial donde tu sonrisa no tiene ni mueca ni gesto despectivo,  tan solo una sonrisa, una media luna boca abajo que siempre está mirando mis pupilas.


Dijimos una sola vez, si mal no recuerdo, en nuestro principio sellado por una misma historia que nos ha llevado a comparar nuestras historias, y dijimos en ese momento que somos dos en uno. Nos hemos perdido tantas veces, nos hemos rendido tantas veces, hemos tirado diecinueve veces las toallas por la borda, y siempre hemos hecho lo que nadie ha hecho, levantarnos de la lucha que nos mantiene nuestra cabeza en un caos envuelto de lágrimas, recuerdos y odio. Dejemos de tonterías, hoy como te iba diciendo que es demasiado típico decir una palabra y adiós, y esa palabra no te merece, mereces algo mucho más que eso, tenemos una cuenta pendiente que saldar cuando nos encontremos en alguna ocasión. Sí, me refiero a esa ocasión en la cual encontrarnos en un bar sin importar si está en la última esquina del mundo o está a tomar por culo, compartir una botella de ron y beber con excesos de risas. ¿Nos van a molestar? Más le vale que no, porque les enseñaremos a calar sus quimeras en sus recuerdos y acabaran en una tormenta donde no se haya ni alba ni ocaso.


Más le vale a tu familia, y a tus amigos regalarte algo, yo ya tengo mi regalo hecho y pendiente por enviarlo, o mejor dicho, dártelo en persona. Nos queda poco tiempo para vernos, nos queda poco tiempo para juntarnos en el mismo bar, chocarnos en un mesa y reír de los golpes, reírnos de nosotros mismos, dos estúpidos que se enamoraron y acabaron en el fracaso, dos poetas habitados en el olvido, y que nuestra calle común en la cual comparte cama y hogar se llama calle melancolía... Y esto en realidad no es una carta, es un prólogo de nuestro libro, de nuestras historias, de nuestras heridas, de nuestras leyendas claustrofóbicas que ahogan en hojas exentas de miedo, tan solo el odio cobra vida cuando algún estúpido osa meterse con nuestras quimeras. Lo único de especial que tenemos entre tú y yo es que no tenemos demonios como toda esa gentuza que vomita, se suicida en versos silenciosos. Tenemos algo tan poderoso e invencible, nuestras quimeras.

Que se callen las quimeras, que nuestras clavículas están deseando de amanecer bajo tu costado, y con un buen desayuno servido en tus dos lunares de la espalda.


Atentamente, Eros.

Relatos de Eros.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora