El hostil amanecer.

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Como siempre dije, cada día que ansiaba que llegase a ser hoy ese 'día' en el que le pudiese decir un 'te quiero' delante de sus ojos. Acaba de empezar el año y solo he celebrado con un buen festín en su cuerpo, no era ese 'festín' con una mesa gigantesca, con copas exentas de vino, platos bien ornamentados... Es el festín de besos, abrazos, sonrisas bajo su piel, susurros que cantan en sus poros, miradas lascivas, besos de hielo fundiéndose en pleno Agosto... Unas manchas de luz, sí, está amaneciendo ya por fin, y estoy viendo como duerme con esa cara tan dulce, como si estuviera yo en su sueño aunque en realidad estoy a su lado, viendo como duerme, mientras mi mano derecha está en su cintura abrazándole y mi mano izquierda sujetándome la cabeza encima de la almohada. Veo como algunas veces pone muecas como si viviera en el sueño que está, pero aún así verlo dormir, y más con esa cara tan dulce...

Una de las manchas de luz ámbar impregna en uno de sus ojos y susurra:

+ Buenos días, tonto.

-sonrío- Hola cariño, ¿has dormido bien?

+Si, vaya sueño eh. -bosteza-

-¿Qué quieres desayunar? - Lo digo mientras me acerco mis labios a los suyos para refrescar esos labios secos y marchitos. -

+¿Existe la opción de desayunarte?

-¿Tú crees que entra en el menú?

+Habrá que verlo, ¿no? -sonríe con picardía, mientras se pone encima mía.-

Esto suponía ya el fin de la tregua que siempre teníamos en cada mañana, una tregua que solo nos vestimos de banderas blancas y que el viento nos desnuda poco a poco para incitarnos a la guerra. Y esta vez no ha sido obra del viento, sino de nosotros mismos, ansiosos de un montón de besos como desayuno, suponiendo que el menú se basaba en besos como café, mordiscos en los labios o en el cuello como una rebanada de pan con aceite y sal, gemidos como la música de fondo que suele haber en cada desayuno sea con una radio o con un mp4, la cama como el mantel que salvaba de las manchas y migas en la mesa de cada desayuno rutinario, y esta vez todo un menú de un desayuno no era servido en una bandeja con sus detalles, sino en la cama, nosotros éramos nuestro propio desayuno aunque en cada bandeja siempre suele haber una flor como detalle de un 'amor bonito', y en nuestra cama aparte de nosotros la bella flor que puede existir es el sol, que ilumina y florece en nuestra habitación, una habitación de paredes ámbar solo por la luz del sol, las ventanas están abiertas dejando que las cortinas paseen por la habitación y por el exterior, el viento intenta entrar en la habitación pero benditas cortinas que no deja ni el paso firme... 

Sus manos buscando cada poro que se esconde en mi piel, se mueven al son del agua, mansas pero fluidas. Mientras sus besos se aposentaban en el rincón de mi cuello, entre vena y hueso estaban sus besos buscando el placer de matarme silenciosamente en la mañana, y sinceramente prefiero morirme con un beso letal suyo que ser asesinado o envenenado, sus manos dejaban de aparecer en mi torso y se escondían debajo de mis shorts buscando el tesoro del 'El Dorado'... ¿Os podríais creer que ese lugar llamándose así solo porque siempre reluce oro y en realidad lo que esconde es oscuridad? Y aún sigue buscando mientras sus besos me distraen, clavándome beso entre beso con una mezcla de mordiscos y chupetones. Y eso que sus labios esconden espinas inyectadas de placer, que a cada beso deja un pinchazo de dolor pero en realidad todo se disuade en una mezcla de felicidad y lujuria. Siento que sus manos empiezan a ser muy productivas como sus besos, siento que su cabeza cada vez va bajando buscando la ruta de las especias que conlleva a la tierra perdida, a América... Al retorno del El Dorado. Cada vez la magia aquella de los supuestos chamanes de los aztecas, mayas y toda esa estirpe de indígenas empieza a funcionar, más que nada porque El Dorado ya empieza a resplandecer oro, plata, joyas, perlas, diamantes, piedras preciosas como sus ojos que cada vez van cerrando mientras su lengua juega como un fiero gato con un ovillo de lana. Tan fiero ese gato que se aleja de esa 'tierra' para ponerse encima de ella y cabalgar como si esa tierra fuese su Rocinante, y él el Quijote, y de ahí su boca ya solo hace eco a sus gemidos, sus suspiros tan cerca en mi oído mientras me abraza, y cómo no, agarrándome los pelos para marcarme los ritmos.

Y con su locura el ritmo va ascendiendo de una forma espontánea, y cada vez sus ecos son más sonoros y penetrantes en mis oídos. Y tras cambiar la postura no accedo a penetrarle más, sino que haga más magia ancestral con su boca de caverna, y su lengua de bestia salvaje. Pero como es tan recóndita de magia, siento como mi tierra, mi ejercito, mi tropa de cañones están con la mecha ardiendo ansiosamente, y finalmente los cañones al fin dispararon ante el cielo negro de Chernóbil, mis soldados dispararon ante un mural en el que solo estaría él rogándome mi mayor tesoro y no piedad, mi tierra al fin agita con un terremoto de una escala imposible de detectar. Las cien balas de placer explotaron en su boca, y no era ni plata ni llevaba pólvora, llevaba la sangre de Eros, un veneno que mata lentamente de placer e incita a la lujuria como para repetir una y otra vez todo...

Relatos de Eros.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora