Eugene me miró profundamente, provocando una descarga eléctrica que recorrió mi espina dorsal. Sus ojos verdes azabache brillaban, y de nuevo me vi en vuelta en su penetrante mirada. Me entraron ganas de rozarle la barba de tres días que tanto me gustaba hasta que caí en la cuenta que había ciertas cosas que el tiempo te robaba, y aquellos pequeños detalles quemaban como el fuego de cuales ojos–usurpadores– se posaban en los míos.
–Por fin a solas...
–Después de unas cuantas horas, como en los viejos tiempos –no escondí mi enojo.
–Tú tan exagerada como siempre...
–¿yo? Y mira quién fue hablar. –a su vez olvidé, que el tiempo no borraba los daños.
–¿Podemos comportarnos? Esta actitud es la que me daba fuerzas todas las malditas veces que llamabas para no contestar al teléfono.
–Con que malditas...
–Por favor, Clear ¿vas a empezar a sacar todo de contexto?
Eso, Clear ¿ahora que tienes tu oportunidad?
–Pues es una pena, entonces, que nos hayamos encontrado de nuevo.
–¿Tú no eras la que creías en el destino?
–Creía en nosotros y fíjate dónde hemos acabado...
–Por ti.
–Y dale con las culpas...–puse los ojos en blanco– por ambos, lo sabes de sobra.
–Claro, es verdad que lo de Valentino no cuenta.
Pues no, apenas me acordaba de su nombre. Aun que en el fondo sabía que tenía razón.
–¿Para qué quieres hablar, para pelear como siempre hacíamos? Estoy cansada de todo esto.
–¿La verdad? No te esperaba en absoluto, ha sido una...mera sorpresa. Así que no tengo el más mínimo interés en discutir, Clear.
¿Podían nuestros corazones dejar de arder y poner los cojones sobre la mesa? ¿o nada había cambiado en estos meses? Fuera como fuere era nuestro momento, otra vez. Un deseo hecho realidad, un destino inacabado por finalizar... Me entristeció saber que esta vez, debía acabar.
–Hablemos –sugerí solo entonces. Al fin y al cabo, era lo que las personas normales obviaban hacer en estos casos.
–¿Podemos ir aun sitio más privado?
Ya, ahora venía el mismo cuento. No querría que le vieran conmigo, o aun peor, por allí deambulaba alguien a quien le interesaba seguir sabiendo que estaba soltero.
–¿Porqué no aquí?
Frunció el ceño.
–Porque las palabras merecen intimidad, porque no quiero unos ojos curiosos puestos en nosotros, porque por respeto y lógica deberíamos hablar en privado. Además ¿y si se pone fea la cosa? No será apropiado montar un numerito en la fiesta de mi hermano.
Cabían cien mil posibilidades de que acabáramos quemandonos con tanto fuego, estaba en lo cierto. Sin embargo, algo dentro de mi quería hacerles saber que Eugene seguía perteneciéndome, seguía siendo mío.
–¿Me sigues? –pregunté con gentileza.
–Por supuesto.
Extendió una mano que dio lugar a que encabezara la marcha mientras silenciosamente seguía tras de mí. No conocía aquel sitio, pero aquel estanque de agua que sobrepasaba un pequeño puente se veía elegante y tranquilo para mantener una conversación –en principio– amistosa.
Eugene había significado tanto para mí... cinco años juntos parecían merecer ser recordados en otras cinco vidas. Le extrañaba, cada poro de mi cuerpo extrañaba sus medias sonrisas, sus caricias, la sutil manera de hacerme reír. Era todo cuento quise y lo perdí en una noche.
Tragué saliva antes de hablar, tomando asiento en un banquito al otro lado del puente, casi en la total penumbra salvo por una farola que iluminaba parte del estanque.
–Yo... –eran tantas cosas que no sabía ni por dónde empezar.
–Perdóname –ahogó un sollozo–. Fui un estúpido. La manera en la que te dejé ir, cómo te traté después de aquello. Fui un miserable bastardo sin derecho a redención, lo sé.
Sin embargo, a mi me dolían otras cosas del pasado completamente alejadas de la ruptura. Como su comportamiento impasivo, su gran don de hacer pedazos con las palabras... ¿en qué momento se fue todo a la mierda?
–Me lo merecía. Merecía saber que lo que hice estuvo mal y cuánto te dolió. Pero más me dolió a mí que por culpa de como me tratabas tuviera que haber caído tan bajo. Creí que hacerlo sería la solución a los problemas y no hizo más que empeorarlo todo. Quería llamar la atención, quería saber que me querías. Que te importaba...
–Yo siempre te quise. Y te querré desde la distancia. Era mi forma de ser, tú eres muy difícil de entender. No supe ver lo que necesitabas.
–Te necesitaba a ti, queriéndome cada día un poquito más. Abrazándome, besándome, mimándome. Y solo recibí rechazos y tratos de loca. –le miré sin poder contener las lágrimas que amenazaban con salir.– Tú eras todo cuento tenía y quería. Y sé que ese error nos llevó muy lejos, si pudiera dar marcha atrás lo haría.
–Yo no, Clear. Es mejor así –sus palabras dolían–. Ahora sé lo que tenía, y me hizo falta perderlo para darme cuenta.
Hubo un largo silencio. Eugene agarró ambas manos y las acarició con los pulgares sin apartar la mirada de mi rostro. Sin dar aviso, la ansiedad que me había acompañado durante meses emanó de mi pecho dejándome sin respiración, y las largas noches en las que controlé guardar las lágrimas se convirtieron en un llanto desgarrador que hubiera preferido que él no presenciara. Porque verme débil me convertía aun más débil.
–No llores, por favor.
Y me abrazó, como siempre solía hacer cuando acababa llorando. Me sentó en su regazo y posó su mentón sobre mi cabeza, frotándome la espalda minuciosamente para apaciguar mi descontrolado pesar.
–Te quiero mucho –dije entre sollozos–. Mucho.
–Y yo a ti, siempre.

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Atada A Ti
RomanceApenas me giré vi a un hombre esbelto y hermoso que pedía un café en el Starbucks de enfrente de mi oficina, me mordi el labio y empecé a tener varias imágenes de nosotros en la cama grabadas en la mente. De repente mi jefe abrió la puerta y me sob...