cap 2

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Eres como una droga,  anhelante y adictiva.  Es verdad,  a estas horas de la noche anhelo el dormir junto a ti abrazada, que era uno de mis mayores placeres,  junto con esos besos largos y tiernos que yo te pedía y me concedidas - pero recalco que tenía que pedírtelos–. O como tus malas y buenas mañanas ¿Mi mayor adicción?  Fue creer que toda mi vida eras tú por que todo lo hacía contigo y para mi tú lo eras todo. 


Pero me di cuenta que eras como el tabaco, saciabas mis ansias a la vez que consumías por dentro, lentamente. Luego tirabas la ceniza con desprecio en cualquier parte y cuando no tenías nada recolectabas algunas de las hojas de tabaco que se habían caído para poder volver a atarme a ti y poder volver a consumirme en una dulce agonía.

Y cuando se acabó la tormenta en la que llegó la calma no se porque a pesar de todo seguía queriendo estar contigo, amor ¿todavía puedo llamarte amor?

Dos golpes fuerte en la mesa de mi despacho sonaron y me sobresalté al ver que me había quedado empanada mientras mi jefe hablaba conmigo. 

- Pe-perdón -dije- ¿cómo decía? 

- Que para mañana por la mañana quiero que hayas terminado las dos entrevistas que te quedan y te vayas ahora mismo a por un café.

- ¿Es que no tienes secretaria? 

- ¿Es que no trabajas para mí? - Preguntó seriamente pero con una sonrisa en los labios que decía.... "eso o te despido".

- Sí. - Afirmé. Cerré los ojos con fuerza solo un segundo y cuando los abrí le miré enfadada y me levanté de la silla. Él no era el jefe superior, pero era uno de ellos así que no quedo de otra que agachar la cabeza. El trabajo es trabajo y necesito pagar el alquiler, no me puedo permitir un quiebre económico ahora mismo. 

- Un solo, en vaso no en taza -y se fue a su magnífico despacho.


Me dirigí al baño para mirarme en el espejo por si me tenía que retocar el maquillaje o el pelo.
En cuanto vi a mi doble delante pensé que estaba demacrada. Los ojos hinchados de llorar y las ojeras moradas dignas de una buena borrachera que en este caso, eran debidas a una ruptura. 

La verdad es que con este aspecto me extraña que mi jefe me haya podido hablar así,  de  normal los muy machistas suelen ser compasivos con las mujeres, sobre todo con las que sobresalta a la vista que están pasando una mala racha. 


Este era rancio, serio, antipático y la gracia la tenia en el culo cuando soltaba un comentario sarcástico. No, no tendría compasión. 



Apenas me giré, a través de la ventana, vi a un hombre esbelto y hermoso que pedía un café en el Starbucks de enfrente de mi oficina, me mordí el labio y empecé a tener varias imágenes de nosotros en la cama grabadas en la mente. 

¿Qué? No soy ni monja ni ciega. 

De repente mi jefe abrió la puerta y me sobresaltó poniendo una de sus medias sonrisas, he de admitir que arrebatadoras.

-Clear, quiero ese culo bien calentito en mi regazo dentro de dos minutos.
Y sin más se fue.

¿Pero no quería el café? No lo entiendía, me sacaba de quicio. Bajé las oficinas con el bolso, la gabardina a medio poner y el pelo en la cara a causa del viento. Solo tenía que dar cinco pasos y estaría en la puerta del Starbucks, sin embargo, el semáforo que marcaba el muñequito verde se puso en rojo y los coches comenzaron a meter primera. 

Había una cola inmensa, y mira que mi jefe me dijo que en dos minutos me quería entre sus piernas.
Miré el reloj. Ya había pasado uno. 

Se puso en verde y ya pude pasar. El último de la cola era aquel hombre guapo del que os hablaba antes, nos imaginé de nuevo en la cama. 

- Oye! - decía el hombre con la mano en alto para que le atendieran - Tengo un poco de prisa la verdad... ¿me podría poner un capuchino con leche del tiempo?

- ESPERA TU TURNO - Dijo una mujer que iba delante de él la cual tenía aspecto de perro mojado y enojado. Peor que mi cara. - ¡Cretino...!

- ¿Perdona? -contesto él.

Por lo visto no era sordo, eso, y que la mujer estaba a escasos centímetros. 

Uff la cosa pintaba mal...

La perra mojada se volteó echándole una media mirada asesina antes de cruzar los brazos y aguardar de nuevo a la espera. 

La fila fue... "bajando" y poco a poco llegaba nuestro turno.

El chico se llevó la mano a la frente y miró de un lado a otro, luego se giró para ver la puerta que tenía tras de si y reparó en mí. Sonrió y achicó los ojos, como si estuviera recordándole a alguien conocido.

Iba abrir la boca cuando le llamaron para su turno.

Si... yo tuve la misma sensación. De conocerle, de poseerle.  
Esos ojos color avellana con matices verdes, ese pelo castaño liso y rebolicado, esa sonrisa con las paletas separadas que le daba un toque especial y masculino... esa nariz...
había algo en el que me resultaba familiar, y el cabron era clavado a mi ex... pero no, este chico que tenia delante era musculoso, alto y atractivo. Nada que ver con el bocachanclas dejado, maleducado y cervecero de mi ex. 

Cuando la mujer quisquillosa fue a salir empujó a el hombre y hizo que su café cayera en mi camisa de massimo duty.

-¡Oooh! - Exclamé abriendo la boca en forma de exageradamente- Quema...

Cogí  la camisa y empecé a airearme. Él, desesperado, movía las manos rápido para que no quemara y la mujer se marchó entre risas.

- Lo siento muchísimo de verdad -rió nervioso.

- No hace gracia.  -Dije enfurruñada.

- Lo sé- y se puso serio.

- Mi jefe me va a matar... me cago en la puta.

Cogió papel y me lo tendió.

- De verdad que lo siento.  Si quieres... te pago yo el café y se lo das en un momento.

- ¿y subo así? -levanté las cejas y señalé mi camisa. 

- Ven... - No me dio tiempo a decir nada porque tiró de mi mano y me llevo al baño.

Atada A TiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora