¿Alguna vez han sentido que han perdido algo que ni siquiera sabías que tenías? Sentir como tu cuerpo se paraliza por el miedo de no poderlo encontrar por ningún medio humano, poco a poco tu pecho cruje y juras estar cayendo en un vacío, todo lo que conoces poco a poco va quedando atrás junto a la realidad que conocías.
Te ves envuelto por una abrumadora oscuridad, de la que estoy segura que nunca podrás escapar con vida, tratas de mantener la calma y de pensar con la lógica que la escuela te ha enseñado a usar, te fuerzas en recordar lo que harían tus ídolos a seguir en esta situación. Pero todo en tu mente se ve tan borroso, toda la información que llevas acumulando en tu vida se cae a pedazos.
Entonces comienzas a descender, la racionalidad de la cual estabas orgulloso empieza a parecer un mero espejismo. Lo siguiente en la lista, es hallarte perdiendo la cordura e intentar por todos los medios recuperar aquello que perdiste, incluso si el método no es humano.
-Akko...Diana...¿Qué?-la voz tan reconocida para mí, me sacó de mis pensamientos, al voltear la única mirada que mi maestra favorita tenía, era de una llena de pavor-Akko ¿Qué hiciste?-su voz salía en un hilo.
Confundida miré a mi alrededor encontrando la misma mirada, sentí mi rostro pegajoso y al tratar de limpiarlo miré mis manos ensangrentadas, pero no recuerdo estar herida entonces...¿por qué?.
Al mirar hacia abajo encontré una mara rubia, se veía adolorida y entonces miré mi mano que estaba posada sobre la cabeza de Diana, esta se sentía caliente y viscosa, como si fuera un sueño, pasó por mi mente varias imágenes.
En ellas Diana había comenzado a toser, trató de levantarse, pero entonces ella cayó, impactando su cabeza contra una piedra. Hice lo que pude para evitar que la sangre siguiera abandonando el cuerpo de la rubia. El pánico me invadió al notar que la chica en mis brazos perdía color y calor.
[...]
Los pasillos de Luna Nova se encontraban tranquilos, lo cual era bastante raro, lo más extraño era que todo el lugar estaba desierto.
Justo después de que la noticia sobre la enfermedad de Diana arribara a los oídos de las estudiantes y que la misma rubia haya estado apunto de morir en los jardines de la institución, las clases se suspendieron por tiempo indefinido.
Los padres estaban más que furiosos, dejar que una alumna casi muera en una institución que prometía la salud de sus estudiantes, no era para nada tranquilizador para los sobre protectores padres de familia. Por esta y algunas otras razones más las alumnas eran libres de regresar a sus hogares hasta que se reanudaran las clases.
-Akko, no es tu culpa-la voz de Amanda salía más tranquila que de costumbre y su rostro no mostraba su sonrisa altanera de siempre. En vez de eso, ella disbujaba una mueca de preocupación por su amiga castaña.
La japonesa no contestó sólo miró hacia otro lado, dando a entender que pretendía ignorar el comentario. Esta podría ser la décima quinta ocasión en que la peli colorida le había repetido esas mismas palabras. Por lo cual Atsuko ya no tenía ganas de contestar.
Esas fueron las últimas palabras que escuchó de Amanda antes de regresar a su país del Sol naciente. La castaña se sentía culpable por lo que pasó con Diana, hubo señales claras de que Diana no estaba bien, si tan sólo hubiera insistido un poco más, tal vez y podría haber ayudado a la rubia para que no quedara en tal deplorable estado.
Lo único que pudo llegar a saber sobre la condición de Diana, es que se encontraba inconsciente y los médicos brujos trataban hasta lo imposible para que su condición no empeorase.
-Ya estoy en casa-anució la de ojos rojos, en menos de tres segundos sintió como un bulto se pegaba a ella y daba leves brincos de emoción.
-¡Onee-san!-una voz infantil le recibió con calidez, tal vez en otra ocasión hubiera hecho lo mismo. Pero ésta vez no tenía ganas de actuar al mismo nivel de hiperactividad que su hermana, por lo que sólo le dio un leve abrazo y se fue directo a su cuarto, ignorando los quejidos de su hermana menor.
Al llegar a su cuarto se tiró sobre la cama, dejando su maleta hecha a un lado, el pecho le dolía de una manera horrible y el nudo en su garganta se hacía cada vez más notable, al grado de que no pudo contener las lágrimas, trató por todos los medios de que su llanto no se oyera más allá de la puerta, aunque realmente no le interesó saber si había logrado su cometido.
Las horas pasaron lentas como si el mundo se burlara de ella, al final escuchó el familiar e inusual grito de su madre avisando que la comida estaba lista, se obligó a levantarse de la cama y justo como luce un zombie caminó hasta el comedor, la imagen que presenció le pareció tan irreal.
Su familia lucía como cualquier otra familia, llena de felicidad y buenos momentos, le pareció algo irónico que la gente siempre compartía momentos felices a la vez de que estaban inconsciente sobre si alguien más pasara por malos momentos.
Akko sintió que su familia ignoraba que ella literalmente vio a su amiga sangrando y sufriendo sobre sus brazos, este pensamiento le pareció tan razonable que sin poder evitarlo, se alejó del comedor, dirigiéndose a el recibidor y agarrando sus tennis antes de salir de ahí.
Por alguna razón se sentía enojada, la ira le consumía, no podía evitar pensar que todo el mundo ignoraba su sufrimiento a propósito y eso le pareció de muy mal gusto. Su amiga estaba muriendo en estos momentos y ella... ella no había hecho nada...
Diana, la chica que era su amiga, pero también era la dueña de sentimientos más apasionados, la persona que siempre la guió por el buen camino, siendo su voz de la razón, la bruja que le ayudó desde las sombras sin siquiera tomar reconocimiento alguno. Esa misma persona que había hecho mucho por ella, estaba al borde de la muerte y ella no había hecho nada por detenerlo.