Competencia de chupitos

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-        Tienen hasta el final de la noche para acabarse los chupitos – dijo Adam a través del micrófono – Si vomitan, están descalificados.

Asentí.

Cada competidor tenía reservada una parte de la barra, en la cual esperaban varios vasillos llenos hasta el tope con tequila. El muchacho corpulento, Jev, tomó dos chupitos seguidos, ganando varios aplausos.

No lo imité.

Tomé el primer vaso de chupito y lo acerqué hasta mi boca. Incliné la cabeza hacia atrás para vaciarlo.

Al instante, sentí la garganta prendida fuego. Cerré los ojos, desacostumbrada a la sensación.

Solo me había emborrachado una vez, cuando tenía 14. Ya habían pasado casi tres años sin tomar prácticamente alcohol, ¿cuánta resistencia tendría?

Tragué otro chupito, preguntándome cómo era posible que a la gente le gustase el tequila.

La chica de mi izquierda, Mildred, había tomado un vaso y el de chico de mi derecha, aún no empezaba. Mientras tanto, Jev se dirigía a la pista.

Me acerqué a Jordan.

-        Emma, no deberías…

-        Mi padre es un alcohólico, ¿quién sabe? Tal vez lo heredé – dije sonriendo.

Me devolvió la sonrisa.

Se acercó a mis labios y me besó. Me sujetó por la cintura. Envolví su cuello con mis brazos. Olía a cerveza y perfume. Suspiré contra su piel.

-        Debo – dije mientras seguíamos besándonos – ir… a… por otro…chupito.

Me soltó unos segundos más tarde y me acerqué a la barra.

Josh me guiñó un ojo.

Vacié el chupito, intentando no pensar en el asqueroso sabor.

La siguiente hora me la pasé bailando con Jordan, riéndome de sus torpes pasos y besándolo cada vez que fingía estar ofendido. Savannah me dijo que estaba loca por haber aceptado y yo asentí. Sí, había sido una estupidez, pero no iba a echarme atrás. Me habían elegido porque pensaban que no podría con el reto… Lo intentaría, al menos.

Cuando tragué el quinto chupito, Jev ya había tomado siete, pero no me alarmé. No importaba el tiempo, sino la resistencia. No iba a apurarme porque el idiota corpulento quisiera fanfarronear.

-        Emma, déjalo ya – dijo una voz conocida a mis espaldas.

Tomé otro, para contrariarlo.

-        ¿No crees que sea capaz, verdad? – le dije a Mason – Yo tampoco, de hecho – le susurré.

-        No se trata de ser capaz… - comenzó a decir, pero lo corté.

Vacié otro vaso.

A esa altura caminar ya era un poco complicado, aun más teniendo en cuenta que llevaba unos tacos aguja. Mala idea.

-        Vamos, Mason – dije – Baila conmigo.

No se negó, me llevó de la mano hasta el centro de la pista.

-        Me haces sentir mal – dije haciendo puchero – Tú si sabes bailar.

Rió.

Puso sus manos sobre mi cintura, enrollándome en una clase de abrazo. Me estremecí.

-        Yo te enseño – me susurró.

Comenzamos a movernos al compás de la música, más él que yo. Mi trabajo consistía en dejarme llevar, por alguna extraña razón, disfrutando con el contacto de sus manos. Nos quedamos así por varios minutos. Hacía muchísimo tiempo que no lo escuchaba reírse tanto a Mason. Yo también me reí más de lo que recordaba haberlo hecho por varias semanas o incluso meses.

Instituto para Delincuentes JuvenilesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora