Las cintas

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Visualicé mi figura casi corriendo acompañada de Lauren, cruzando la ventana del comedor para escaparnos a la fiesta. Otra cámara enfocaba cómo caminábamos por el patio, absolutamente solas. Cuando nos encontrábamos varios metros más allá, la imagen se tornó borrosa hasta quedar en negro.

-        Es más que lógico que alguien ha tapado la cámara – dijo Stone.

-        Pero es imposible que haya sido ella – contestó Mason – Usted mismo la vio, estaba casi a cien metros del aparato.

-        Sospechamos que puedes tener cómplices – comentó el policía – Prácticamente todos los alumnos piensan como criminales, sin ofenderlos. Más estúpido sería que Emma la haya desconectado sabiendo que estaba activada.

-        ¿Tan difícil es aceptar que yo no he sido? – pregunté.

-        Eso no es todo – comentó Stone – Luego de una hora o dos, aproximadamente, se ve cómo alguien destapa la cámara para mostrar el intento de homicidio.

Adelantó el vídeo.

De un segundo a otro el vídeo volvía a verse claro.

Una morocha corría desesperada, gritando, intentado escapar de mí, supuestamente. Quien la perseguía iba vestido de negro, con pasamontañas y guantes incluidos.

-        Por favor – rogó Molly luego de tropezar.

Se levantó paulatinamente, sin dejar de llorar y lo – o la – enfrentó.

El criminal sacó un arma de su bolsillo izquierdo, apuntándole directo al corazón. Pareció estar sometido a una lucha interna, pues al final movió la pistola y le disparó en la pierna izquierda. Se escuchó un grito desgarrador, seguido de la silueta de Molly Smith cayendo de bruces al piso.

-        ¿Tiene algo para decir, Karkaroff? – interrogó Stone – Si va a negar su culpabilidad mejor quédese callada.

Lo fulminé con la mirada.

-        Por favor, sígame... Usted no Brooks – dijo en dirección a Mason.

-        Donde ella va, voy yo – contestó el morocho.

-        No complique las cosas – rogó el oficial.

-        Pero…

-        Mason, no vengas – solté – De todos modos, gracias.

-        Segunda vez que me agradeces en el día – dijo intentando suavizar el ambiente – Va a salirle caro, Karkaroff – imitó la voz sin expresión de Stone.

Le sonreí.

El policía me guió por un pasillo mal iluminado que terminaba en una salita descolorida. Entramos, ambos sin decir una palabra, y tomamos asiento. Nos miramos, disconformes con la situación.

-        No es nada personal – comenzó a decir – pero la sospechosa del crimen, está más que claro,  eres tú. Estuve conversando con mis colegas, analizando el vídeo segundo a segundo, y cómo ya habrás notado, no hay evidencias que te incriminen.

Asentí.

-        Sin embargo, tampoco hay nada que te convierta en inocente… Molly Smith casi fue asesinada y por alguna razón te culpó. Hay dos opciones: eres tú la criminal o ella se confundió.

-        ¿Cuál es el punto? – interrumpí.

-        ¿Hay algún testigo que pueda afirmar que tú no estabas en el patio a las 1:37 AM?

Instituto para Delincuentes JuvenilesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora