Viernes (parte 1)

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Notando que la jornada había finalizado y las horas restantes del día podría dedicarlas pura y exclusivamente a la lectura, comencé a caminar con apuro. Era uno de esos días en los cuáles el tiempo parece no alcanzar para nada. Estaba casi al borde de la escalera cuando distinguí los rizos rojos de Savannah corriendo hacia mí, seguida de Isabel, cuyos ojos claros me enfocaban con precisión.

Detuve el paso.

- Emma - dijo Sav - Te estábamos buscando.

- ¿Te ibas a alguna parte? - preguntó Isabel.

- De hecho, sí - balbuceé - Iba a leer un rato.

Savannah puso los ojos en blanco.

- Qué lástima - comentó - Tenemos planes, para ti.

- Paso - contesté.

Se miraron entre sí.

- No puedes "pasar" - dijo por fin Isabel.

- ¿Por qué no? - interrogué algo confundida.

- Porque hoy es el "Rito de Iniciación" - dijo Sav.

- Ajá... ¿Y yo que tengo que ver con eso?

- ¡Emma, eres nueva! Se supone que todos los ingresantes deben realizarlo.

Las miré a ambas, con una cara no demasiado bonita.

- ¿En qué consiste? - pregunté al cabo de varios segundos.

Los ojos de Savannah se iluminaron y los de Isabel, se oscurecieron.

- ¿Has visto los trampolines que se encuentran sobre la piscina? - preguntó Savannah. Asentí.

Exactamente no eran trampolines, eran una especie de "planchas" en la cual uno saltaba y se zambullía al agua.

- Sí, son tres - dije.

- En eso te equivocas, Emm, son cuatro - dijo Isabel - Sólo que el cuarto está bien escondido, mucho más alto que el tercero, para que las autoridades no puedan confiscarlo.

- Se supone que el último viernes del primer mes de los ingresantes, estos mismos deben tirarse desde aquel trampolín y desenganchar un objeto que está amarrado en las profundidades de la piscina, sin salir a la superficie hasta que este mismo esté en sus manos.

- Para ello - comenzó a explicar Isabel - Está permitido tirarse con un par de tijeras, dado que el objeto estará atado firmemente en algún clavo o algo así...

La pileta tenía aproximadamente cinco metros de profundidad, razón por la cual suponía que el hecho de que el trampolín estuviera a una considerada altura no seria un problema. La única precaución que debería tomar sería tirarme con la punta de la tijera apuntando hacia arriba, para prevenir accidentes. Pensaba que solo había un inconveniente...

- ¿Y si necesito salir a respirar? - pregunté.

- No puedes - respondió de manera cortante Sav - Pero te aseguro que no pasará, nadie ha salido a la superficie antes de tiempo...

- ¿Y qué si no lo hago?

- Te recomiendo que lo hagas - contestó la pelirroja - Ya sabes, varios de aquí no son del todo agradables, por no decir "delincuentes" - susurró - y no sería nada bonito que descarguen su ira sobre ti.

Buen argumento.

- Así que - dijo Isabel - No tienes opción, pasamos por tu habitación a las ocho en punto, el rito comienza a las y media.

- No puedes usar ropa de baño - aclaró Savannah - Ve vestida normal, con un short y una camiseta.

Asentí.

Antes de despedirme, me di cuenta de un leve detalle...

- ¿Y qué hay de Lauren? ¿Ella no debe hacerlo?

- Ella ya lo ha hecho - respondieron al unísono.

Me quedé boquiabierta. ¿Lauren? ¿La buena de Lauren realizando aquello? ¡Cuánto hubiera pagado por verlo! Si ella ya lo había realizado, no podía ser tan riesgoso. ¿No?

Las vi marcharse.

- ¿No piensas hacerlo? ¿Verdad, Emma? - me preguntó una voz que provenía de atrás.

- ¿Tú te has tirado? - contrataqué.

Mason miró el suelo, algo incómodo.

- Claro que te has tirado - me auto contesté.

- Es una estupidez - dijo - Sólo te pido que lo pienses.

Por supuesto que no lo pensé.

Segundos antes de que escuchara cómo alguien tocaba la puerta, ya estaba cambiada, con un short de jean, una camiseta azul marino y unas zapatillas livianas.

No había pensado en el asunto, creía que mientras menos lo razonara más fácil sería afrontarlo.

Savannah, Isabel y Lauren entraron a mi habitación y se sentaron en la alfombra.

- Lauren va a darnos algunos consejos - anunció Savannah.

- Perfecto.

- No pueden olvidar que la tijera no puede apuntar hacia abajo, porque de hacerlo es más que probable que debido al impulso esta choque contra su pierna y la corte.

Las tres asentimos.

- También recuerden aferrar la tijera con todas sus fuerzas y una vez bajo la superficie lo más rápido que puedan desamarren el objeto e impúlsense con los pies hacia el aire.

Su comentario recibió otros tres asentimientos.

Antes de irnos, Savannah, Isabel y yo no pudimos evitar quedarnos plantadas frente al espejo. Las tres nerviosas; las tres intentando ser valientes.

Savannah estaba vestida con un short, demasiado corto como para ser considerado uno, y una camiseta blanca transparente. Su melena pelirroja estaba atada en una coleta alta. A diferencia de esta, Isabel llevaba el cabello suelto, como yo, y su blusa era bastante más apropiada que la de Sav.

Salimos al corredor intentado contener el impulso de quedarnos donde estábamos.

Llegamos al establecimiento en el cuál se encontraba la piscina y al ver tanta gente instalada allí, me entraron nauseas. Las ingresantes ya estaban haciendo filas y hasta algunos estaban subiendo hacia el cuarto trampolín.

Nos dirigimos hacia allí.

- Señoras y señores - anunció un alumno acompañado de un micrófono - Demos bienvenida a los ingresantes.

La multitud aplaudió.

- Sin más vueltas, que salte la primera - dijo.

Tan alto que apenas se podía ver, se hallaba una muchacha rubia y menuda, que temblaba. La gente comenzó a gritar su nombre, mientras aplaudía. Se escuchó un grito agudo y un choque contra el agua. Pasó casi un minuto antes de que saliera, con el objeto en su mano.

La fila fue avanzando a pasos agigantados, nadie tardaba más que dos minutos.

Savannah, que se encontraba delante de mí, comenzó a ascender, al igual que yo. Comencé a escuchar gritos en honor a mi amiga y antes de darme cuenta ésta ya se había tirado.

Era mi turno, tenía menos de un minuto para prepararme. Atrás mío había una chica morocha, que no paraba de mirarme con mala cara, tal vez más nerviosa que yo.

Savannah salió a la superficie.

Me tocaba a mí.

La multitud comenzó a decir mi nombre, alentando y aplaudiendo.

En medio de todo el gentío, logré visualizar la cara de Mason, que me miraba con preocupación. No gritaba mi nombre, siquiera aplaudía. Diría que mis ojos se cruzaron con los suyos, pero no estoy segura de aquello dado que antes de enfocarlo completamente, la morocha me dio un manotazo, empujándome al agua, sin darme tiempo a acomodar la tijera.

Instituto para Delincuentes JuvenilesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora