No me quedé quieta un segundo.
Tras tironear sendas veces del pomo, sin lograr ningún atisbo de movimiento, visualicé la ventana. SÍ, si me tiraba de aquella altura, me quebraría todos los huesos del cuerpo y posiblemente no seguiría viva tras impactar. Pero, ¿Qué otra cosa podía hacer? No debía dejar que mi mente enloqueciera y se diese por vencida. Necesita un plan, por más suicida que fuese. "Prefiero morir por tirarme" pensé en frío "a morir quemada viva".
Tomé un taco aguja del armario y lo estampé con todas mis fuerzas. Al instante, el vidrio estalló. Trastabillé, intentando no clavarme ninguno. Volví a arremeter contra la ventana y una vez habiendo un hueco considerablemente aceptable, respiré hondo.
Miré a mí alrededor, demasiado asustada como para sentirme triste y rogué a Dios que me permitiese salir de esta. Debido a que tirarme en aquel preciso instante o diez minutos más tarde equivaldría al mismo resultado, me dirigí al baño y tomé el labial rojo que reposaba tan inocentemente.
Si iba a morir, iba a morir bien.
"Isabel, Savannah y Lauren, perdónenme, las quiero" comencé a escribir en la pared blanca "Candace y Nabi las adoro". Posiblemente la pared quedaría tan arruinada que ni las letras se leerían. Apreté los dientes para no llorar. "Mason, creo estar también enamorada de ti".
"La gente muere" me dijo una vocecita "Nadie es imprescindible. Al final del camino alguien te reemplazará y te convertirás en un lejano recuerdo".
Golpeé el pie de la cama, furiosa.
Tenía miedo. Tenía miedo de morir.
Era algo irónico, porque muchas veces en mi vida la idea de perecer no había sonado tan mal, incluso hasta sonaba tentadora. Y ahora, sin embargo, me aferraba al mundo asustada de desaparecer. Desaparecer y convertirme en polvo esparcido.
Asomé mi cuerpo por el hueco y respiré profundo.
"Es solo un salto" pensé.
Acaricié las mantas, temiendo no volver a sentir.
"Es solo un salto".
Masajeé mi sien.
"Es solo un salto".
En el momento en el cuál me disponía a dejarme caer, noté cómo alguien aporreaba mi puerta.
Me dirigí cual rayo a esta.
- ¿EMMA? ¿EMMA? ¿EMMA?
- ¡CANDACE! – grité – ESTOY ENCERRADA.
Reprimí un sollozo.
- VOY A SACARTE DE AQUÍ – dijo.
Tomé el dinero de la venta de drogas y lo guardé en el bolsillo de mi pantalón al mismo tiempo que tomaba pertenencias de mi madre.
Siquiera unos segundos pasaron cuando la puerta se abrió.
Abracé a Candace con todas mis fuerzas.
- ¿Qué has hecho? – le pregunté.
En respuesta sacó de su cabello una pequeña invisible.
- Eres brillante.
- Lo sé, lo sé... Vamos, rápido, a menos que queramos asarnos
Su cara estaba negra, con restos de hollín en sus mejillas. A pesar de la seriedad de la situación, seguía sonriendo. Seguía siendo Candace.
"El mundo está en llamas"
ESTÁS LEYENDO
Instituto para Delincuentes Juveniles
Romance“Instituto para Delincuentes Juveniles”, mejor llamado “I.D.J”. Este es mi hogar desde hace casi un mes. No, no soy una asesina ni nada parecido. De hecho, estoy en este lugar por culpa de mi padre (…) Existen rumores que dicen que los de aquí suele...