Nunca comprendí ni comprenderé a las personas que aman las tormentas. Personalmente, las detesto y hasta incluso soy capaz de enumerar los por qué: 1)Todas las instalaciones se infectan de bichos (les tengo un poco de fobia); 2) La tensión baja sendas veces hasta que de golpe la luz se corta (en ese momento conociéndome es muy probable que esté alejada de una linterna); 3)El viento golpea las ventanas; 4)Los rayos te despiertan cada cinco minutos; 5)El ruido es insoportable y te impide dormir; 6)Millones de películas de terror suceden en medio de grandes tormentas (gracias Hollywood).
Por supuesto, una leve llovizna nocturna puede llegar a parecerme relajante, pero no más que eso.
Nos habían trasladado a la residencia norte hacía menos de dos noches. Ya no tenía el lujo de tener una habitación para mí sola, aunque lo cierto es que Marcia, mi nueva compañera, pasaba afuera tanto tiempo que apenas si la veía.
A quien no me crucé en ningún momento fue a Nabi y debido a los recientes hechos, no me atrevía a buscarla, si necesitaba pasar tiempo en soledad, la respetaría.
- Me voy al cuarto de Michael – anunció Marcia.
Michael era una especie de pareja suya, aunque según ella no eran "nada". Ella lucía un gran escote negro con unas calzas al cuerpo. Buena suerte, Michael.
Cerró la puerta de una patada.
Un rayo atravesó el vacío y se me pusieron los pelos de punta. Luego creí ver una sombra por la ventana y comencé a reír. Estaba paranoica. Una tormenta no podía alterarme tanto.
Comencé a enumerar los puntos positivos de la situación.
"Estoy abrigada" me dije mentalmente "y bajo techo". No parecía tan alentador como pretendí que sonase, pero teniendo en cuenta la vez que había dormido bajo lluvia y congelada debía sentirme conforme, mínimamente.
Decidí ir en busca de Isabel, para así estar acompañada. El día anterior nos habíamos reunido en su cuarto. Pese a mi pésimo sentido de la ubicación logré hallar su habitación.
Toqué la puerta con impaciencia.
Nadie abrió.
Genial.
No conocía dónde dormían Sav o Lauren, por lo que tendría que conformarme con mi propia compañía.
Era temprano y no tenía nada que hacer.
Cuando comencé a releer orgullo y prejuicio la luz se apagó sin previo aviso.
- Definitivamente esta no es mi noche – mascullé.
Encendí la linterna y apunté a todos los rincones de la habitación, como si en esos dos segundos de oscuridad se hubiese filtrado algún asesino en serie o algo parecido.
Me acurruqué en mi cama y cerré los ojos.
- Emma – susurró una voz.
Al volverlos a abrir ya no me encontraba en el Instituto, sino en un hospital. Las paredes blancas desgastadas denotaban la antigüedad de la estructura. No había ni un alma a mí alrededor.
- Emma – volvió a decir la voz.
Me sonaba familiar el tono, aunque lo recordaba más ingenuo y dulce.
- Atrás tuyo – musitó contra mi cuello.
Apreté los puños.
Lentamente, me di la vuelta.
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Instituto para Delincuentes Juveniles
Romance“Instituto para Delincuentes Juveniles”, mejor llamado “I.D.J”. Este es mi hogar desde hace casi un mes. No, no soy una asesina ni nada parecido. De hecho, estoy en este lugar por culpa de mi padre (…) Existen rumores que dicen que los de aquí suele...