Volvía a ser fin de semana, hacía un frío horrible y yo solo quería quedarme en casa. Que es lo que hubiera hecho de no haber sido por Kirsten y sus ansias de ligar.
Quería pasarse "casualmente" por la cafetería del chico guapo y ver si así él le hacía caso. Llevaba como un mes intentado ligar con él y no tenía éxito, pero lo importante era la intención.
- ¡Me vooooooy!- me asomé al salón, que solo estaba mi padre limpiando.
- ¿Con el frío que hace? Son ganas de sufrir a lo tonto, de verdad.- murmuró.
La edad lo convirtió en un cascarrabias, antes era él quien me obligaba a jugar con la nieve aunque no quisiera.
Fuera estaba Kirsten, maquillándose con el espejo del coche.
- Cle, sé que hoy es mi día.- dijo, dando una última perfilada a sus labios.
- ¿Y no has pensado que quizá el chico castaño tiene novia o novio?
- ¿Y tú no has pensado en callarte?- preguntó, indignada.
Kir indignada siempre te lanzaba miradas de rencor o se apartaba el pelo de manera furiosa para demostrar que lo estaba.
O las dos juntas.
Al llegar, Kirsten escogió la misma mesa que cada vez que íbamos, al lado de la barra y cerca de la ventana.
Y, efectivamente, el chico castaño estaba ahí. Se acercó, ambas pedimos lo que queríamos y volvió a irse.
- ¿Has visto sus ojos? Son preciosos.- suspiró.
Asentí, los ojos verdes eran bonitos.
Cuando iba a decirle algo sobre la universidad un ruido metálico sonó dentro de la cocina, acompañado de un grito:
- ¡MAAAAATT!
Si hubiera sido un grito de preocupación, puede que hubiera ido a ayudar o a ver que pasaba, pero parecía bastante furioso y lo último que quería era que me gritasen a mí.
- Mira, ya sabemos el nombre de tu amado.
Exacto, siempre que hay que verle el lado positivo a la vida.
- Podría tener un nombre más... no sé, seductor.
Una mujer de pelo negro se acercó a nosotros, con una cara furiosa y nuestro pedido en la bandeja. Le dimos el dinero y ella nuestra comida.
- Disculpa, ¿va todo bien?- pregunta Kir.- Me ha parecido oír un grito.
- Oh, sí... Matt ha tenido un despiste.- cogió el dinero y se metió en la cocina, murmurando algo.
Kirsten parece un poco decepcionada, no había tenido la oportunidad de hablar con él esta vez.
- No te desanimes, seguro que otro día lo consigues.- digo, bebiéndome el café.- Si a mí me gustaran las mujeres no me resistiría a tus encantos, créeme.
- Gracias, me ayuda mucho saber que a mi mejor amiga le pondría.
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Casi incendié mi casa.
Yo quería hacerme algo para cenar, pero me entretuve cantando y bailando, así que casi se me quemó todo.
Hubiera sido gracioso de explicar.
Y acabé pidiendo una pizza y viendo una película romántica en el salón. La cual era malísima porque los protagonistas acababan enamorados y felices, yo quería ver el mundo arder.
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El libro de mi vida
Любовные романыCleo Anderson, 19 años, ama escribir. Lo ama tanto que su vida se basa en eso, en encerrarse en su cuarto por horas e imaginar historias para plasmarlas en un papel. Un día, su mejor amiga, le sugiere apuntarse a un club de lectura y escritura. Pued...