Cameron y yo habíamos decidido bajar por la ventana para no encontrarnos a su madre en mi salón. ¿El problema? Mi habitación estaba en el tercer piso, por lo que tuvimos que coger todas las sábanas que encontramos para atarlas y formar una especie de escalera.
¿El otro problema? Me estreso fácilmente y no tengo mucha agilidad. Me costó bastante bajar esa cosa sin acabar gritándole a Cameron por hacerme bajar por aquí y golpeando las sábanas cada vez que se movían por el viento.
- ¿Qué se supone que hacéis?- oímos la voz de mi padre, mirándonos.
- No queríamos volver a ver a tus invitados - contesté, empezando a irme.
- ¿Invitados?- luego miró a mi derecha, donde estaba Cameron, el cual le sonrió un poco -. No la he...- señaló a la puerta delantera - no sabía que iba a venir.
¿Todo el mundo conocía a Cameron antes que yo? ¿Y nadie me lo había presentado nunca?
- Bueno, iros a donde sea que os vayáis - acabó la conversación mi padre -. No hagáis tonterías.
Cogí a Cameron de la mano y fuimos directos a mi coche.
- ¿Me puedes decir dónde vamos? - pregunté, sin subir al coche -. O te llevo a que trafiquen con tus órganos.
- Vamos a una exposición de arte - dijo -. Troy trabaja ahí, bueno, en realidad trabaja para una empresa que trabaja en muchos sitios diferentes. La lleva el padre de un compañero tuyo - debió ver mis pocas ganas de ver a Theo, que añadió: - No creo que esté.
Pero Theo siempre estaba, era como un chicle pegado en el pelo. O como una mosca.
- ¿Vas a conducir o no, Señorita Anderson?- insistió, cruzado de brazos.
Asentí y arranqué. Él me iba dando indicaciones porque, aparentemente, se sabía la mayoría de las calles de Nueva York. Pero me dijo que parara en su casa antes.
Subimos, estando muy confundida, y me quedé en el salón mientras él buscaba algo en la habitación de Troy. Salió, con una sonrisa de oreja a oreja, y me tendió una caja grande.
- Es un vestido, póntelo - informó.
Dejé la caja sobre el sofá y la abrí. Era un vestido blanco muy elegante. Seguramente era caro, y sabía lo difícil que era eso para ellos, así que no me hacía mucha ilusión la idea de que se gastaran parte de su dinero en algo para mí.
- Lo ha elegido Troy con la ayuda de Kirsten, no sé si te gusta.
- Cameron, el vestido es precioso - pareció volver a respirar de nuevo -. Pero...
- Ves a ponértelo - me señaló una puerta, interrumpiéndome.
Recordaba que esa era su habitación porque le vi salir de ahí, pero nunca había entrado. Aunque no me esperaba muchas cosas, la verdad.
Era una habitación simple: Paredes blancas, una cama en una pegada a una de ellas, un escritorio pequeño justo delante y una estantería más grande que su cocina al lado. Tan Cameron.
Me puse el vestido y dejé mi ropa encima de su cama. No podía ver cómo me quedaba porque no había ni un solo espejo. Salí, buscando el baño, pero me encontré con Cameron, que me miraba con los brazos cruzados y una sonrisa que decía mucho.
- Bonito vestido, Cleo.
Luego me fijé en él, en su camiseta de botones blanca y el pantalón de traje negro, no llevaba chaqueta. Pero seguía pareciendo elegante.
Me puse unos zapatos del mismo color y me maquillé, aunque no confiaba demasiado en mis habilidades y en que hubiera quedado bien, pero Cameron me repitió que me veía preciosa y que no parecía salida de un circo.
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El libro de mi vida
RomansCleo Anderson, 19 años, ama escribir. Lo ama tanto que su vida se basa en eso, en encerrarse en su cuarto por horas e imaginar historias para plasmarlas en un papel. Un día, su mejor amiga, le sugiere apuntarse a un club de lectura y escritura. Pued...