Capítulo 9

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Zabdiel de Jesús

Normalmente las duchas son de ayuda para despejarse la mente y aclarar las ideas, esta vez no es mi caso. Creía ser un hombre con las ideas claras pero en cuanto conocí a esta chica me di cuenta de que las cosas no eran para nada así.

Keshia era una chica que tenía mucho para dar y se retenía por miedo.

¿Miedo a qué?

¿A su hermano, tal vez?

Me obligo a mi mismo a sacar a la chica de mi mente, no era sano pensar en la misma persona durante todo el día... Que día ni que nada, si no quiso irse de mi cabeza desde que la vi en el casino.

Salgo del baño con una toalla envuelta en mi cintura, encima de la cama había una caja de color blanco que ya sabía de que se trataba. El libro electrónico que había pedido para Keshia, de ese modo podría leer cientos de libros y de una forma muy cómoda.

—Señor, la señorita Miller acaba de salir de su habitación.— la voz del chófer hace que me sobresalte y mire rápidamente en su dirección.

—¿Qué diablos haces aquí?— pregunto alzando las manos antes de mirarme a mí mismo, todavía estaba sin vestirme.

—Disculpe, señor, pero...

—Ella es libre de ir a donde quiera, cuida de que no se pierda.— espeto en su dirección.

Si había algo que odiaba era que entraran en una habitación en la que yo me encontraba sin tocar antes a la puerta. Me parece un completa falta de respecto.

Él asiente antes de salir de la habitación, si fuera unos minutos más tarde me hubiera encontrado desnudo del todo. No es que me avergonzara de mi cuerpo ni mucho menos, sabía que no había nada en mí que estuviera mal así que no debía de sentirme inseguro.

Traté de verme lo más casual posible, con un pantalón corto y una sencilla camiseta. Sonaba ridículo para alguien que estaba acostumbrado a vestir de traje todos los días pero bueno, no estaba el día como para andar con traje.

Tomé la caja en mis manos para llevarla a la habitación de su propietaria, acto seguido bajé las escaleras con calma y salí al exterior. Hacía demasiado calor para mi gusto.

—¡Señor, veo que ha terminado!— exclamó una ya conocida voz para mis oídos.

—Keshia, pensé que habías salido.

—Estaba esperando por usted.

—Tutéame, por favor.— murmuré negando con la cabeza—. La playa esta cerca, ¿vas a querer darte un chapuzón?

Ella miró su vestimenta antes de sacudir su cabeza.

—Solo un paseo.— murmuró bajito.

Asentí ligeramente mientras me colocaba las gafas de sol, empezamos a andar y, a pesar de que ambos estábamos en completo silencio, se hacía agradable. No era de esos típicos silencios incómodos que tanto se odiaban. Era de esos que a veces se necesitaban.

—Todo esto es precioso.— susurró.

—Lo es.— estuve de acuerdo con ella—. ¿Te has visto Mamma Mia?

—Sería pecado no haberla visto.— dijo poniendo los ojos en blanco—. Es mi favorita.

—También la mía.— confesé sonriendo—. Si te apetece podemos verla esta noche después de cenar... O mejor aún, podemos verla mientras cenamos.

Alzó sus cejas mirándome, sus labios se habían estirado en una sonrisa curiosa por lo que estaba casi seguro de que no iba a negarse.

—¿En tu habitación?

—En mi habitación.— dije asintiendo—. Solo si quieres, no te sientas presionada.

—¿Presionada?— murmuró divertida—. El magnate de Jesús me acaba de proponer ir a su habitación en la noche para cenar juntos y ver mi película favorita, ¿tú crees que me voy a sentir presionada?

—No lo sé, linda, no estoy dentro de ti como para saber lo que piensas en cada momento.

Sus mejillas se sonrojaron de inmediato, tardo un par de segundos en darme cuenta que es lo que había puesto su rostro de ese color.

—No te imaginaba como una chica malpensada.— murmuré divertido.

—No es ser malpensada, es por la forma en la que lo dijiste.— se defendió haciéndome reír.

Sin poder evitarlo pasé uno de mis brazos por sus hombros y la atraje hasta a mi, esta chica era todo lo que estaba bien en la vida. Sus mejillas no hicieron más que calentarse todavía un poco más.

—Vamos a por ropa de baño para así darnos un chapuzón en el mar.— susurré sobre su oído. El hecho de que su piel se erizara no ayudaba demasiado en mi autocontrol.

—No es necesario...

—Linda, si... Para mi si.— le hice saber mientras la guiaba a una de las tiendas que allí había—. Escoge lo que más te gusta, seguro se verá divino en tu cuerpo.

—Zabdiel...

—Keshia, insisto.— murmuré mientras me acercaba para comprar un simple bañador, mis ojos no se despegaron de la chica en ningún momento. Sus manos tomaron un bikini de lunares, negué con la cabeza en desacuerdo y a pesar de que no me estaba viendo tomó otro de color rosa. Miró indecisa uno y después el otro.

Por favor, que elija el rosa.

Con su cuerpo y tono de piel va a combinar perfectamente... Mi mente ya se está haciendo imágenes muy lindas y de fantasía.

Por favor, necesito meterme ya al agua congelada del mar...

Magnate De JesúsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora