Prólogo

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El linaje Bennett es uno de los linajes de brujas más poderosos en la Tierra. Lisa está orgullosa de ser parte del árbol familiar, de ser parte de la familia de brujas más grandes que han existido.

A Bonnie le tomó tiempo conocer su realidad. Aunque ambas tuviesen la misma edad, Lisa presentó habilidades natas en la brujería desde su nacimiento. Había sido entrenada y preparada para todo, excepto una cosa: ver a su amada abuela morir.

Sí, se sintió culpable al no haber accedido ayudar a la mejor amiga de su prima. Pero, ¿por qué le concernía abrir una tumba llena de vampiros que ella intentaba evadir? Los vampiros eran uno de los desbalances sobrenaturales más perturbadores y peligrosos de la naturaleza. ¿Por qué ayudaría a sacar a la vampiro más peligrosa de Mystic Falls?

No estuvo presente para ver cómo dejaban libre a una horda de vampiros, pero sí sintió algo en el centro de su pecho. Era como si le quitaran el aire, se sentía cómo caminaba hacia una luz inexistente. Entonces, lo comprendió.

Corriendo a la casa de su abuela, pateó la puerta, empujando a Elena –quien nunca había sido de su agrado, cabe aclarar–, llegando hasta la recámara de su abuela, viendo que estaba inconsciente en la cama, con Bonnie sollozando a su lado.

—¿Qué hiciste? —preguntó, pero su garganta estaba rota— ¡¿Qué hiciste?!

Corrió hasta tomar la mano izquierda de su abuela, viendo que estaba tensa. Estaba luchando por no irse, para poder despedirse de su nieta.

—Nana —murmuró, sollozando—. Por favor, no lo hagas. Por favor, no me dejes. ¡Abuela!

Con un último suspiro, Sheila Bennett abandonó la Tierra, sabiendo que le había transferido los últimos poderes que le quedaban a su nieta.

—¡No! ¡Por favor! Nana, despierta —lloró, acariciando su cara, zarandeándola—. Por favor, despierta.

—Lizzie... —comenzó Bonnie.

—¡Cállate! ¡No puede! ¡No puede estar muerta! —gritó— Nana, por favor. No me hagas esto. No puedo hacer esto sin ti.

Se dejó caer en el pecho de su abuela, llorando con fuerza. Desde el Otro Lado, Sheila caminó hacia su nieta menor, sosteniéndole el hombro, consolándola por su propia muerte. Lizzie alzó la cabeza en dirección al fantasma de su abuela, dolida. Ahí, supo que no estaba inconsciente, o al menos eso se quería dejar convencer, sino que ya estaba en el Otro Lado, con sus ancestros.

Debido al enojo, las velas en cada mesa de noche a un lado de la cama se encendieron, avivando las llamas.

—¡Liz! —gritó Bonnie.

Elizabeth no hacía caso, claro que no. Las llamas estaban más vivas que nunca, subiendo la temperatura del hogar.

—No lo hagas, cariño —habló su abuela—. No lo hagas.

Luego, las velas se apagaron.

Su abuela era su único pariente vivo que le quedaba, además de Bonnie. Su madre había muerto hace unos meses, y su padre la había abandonado, y no tenía la menor idea de quién era.

Ignorando los llamados de su prima, salió de la casa de su abuela para cruzar la calle e ir directo a la suya. Subió las escaleras a su habitación, y sin importarle nada, comenzó a hacer sus maletas.

—¿Qué crees que haces? —preguntó su abuela, en una esquina de la habitación.

—Ya nada me ata a esta ciudad —contestó, lanzando sus pertenencias a la maleta con enojo—. Me iré de aquí.

𝑩𝑳𝑶𝑶𝑫 // 𝑾𝑨𝑻𝑬𝑹 • 𝐈.𝐋Donde viven las historias. Descúbrelo ahora