Capítulo 6

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Me desperté un poco aturdida por la resaca.

Lo primero que sentí fue una punzada de dolor que me traspasó la cabeza y me quebró el cuerpo.

Ya no vuelvo a beber en mi vida.

Al moverme noté el peso de Anne a mi lado.

Estaba totalmente desnuda, abrazada a uno de los tantos cojines que tengo en mi cama y medio destapada por la sábana.

Una estampa preciosa.

Me quedé un rato mirándola dormir, embobada por el estado de resaca que tenía, pero el dolor de cabeza me hizo reaccionar y me levanté para tomarme una pastilla y un café que me hiciesen ser persona.

Mientras iba yendo a la cocina fui recogiendo la ropa que estaba tirada por el suelo del pasillo, la escalera y del salón, resultado de lo que pasó anoche.

Al mirar el reloj me di cuenta de la hora que era, las cuatro y media de la tarde.

Decidí meter una pizza precocinada en el horno, me daba pereza hacer tostadas ahora.

De repente, noté unos brazos que me rodeaban la cintura desde atrás y sonreí instintivamente.

-Buenos días, borracha- Sonreí al escuchar su voz ronca y terminé de servir el café en dos tazas de Bob Esponja. La madurez está sobrevalorada.

-Buenos días enfermera sexy- Me giré escuchando su risa y me la encontré con la sonrisa más radiante del mundo. Admiro su capacidad de no tener resaca bebiéndose hasta el agua de los floreros.

-Qué bien te queda mi camiseta, ¿No?- Le pasé las manos por debajo de mi camiseta Nike acariciándole el abdomen.

Le di su café mientras me seguía deleitando con su sonrisa.

-Toma- Le dije -Para que vuelvas a ser persona.

-El polvo de esta noche ya me ha devuelto la vida- Su movimiento lascivo de cejas fue acompañado de mi risa. Es más pava que ocho pavas.

Al sacar la pizza del horno nos trasladamos al salón, donde sentadas en el sofá, acurrucadas y con una película de Disney en la televisión, pasamos casi dos horas.

Estábamos tan a gusto que me podría quedar en ese momento a vivir para siempre. Ya era de noche, pero la luz cálida de la lámpara seguía haciendo la estancia acogedora.

Sus brazos alrededor de mi cintura, su aliento en mi nuca y sus risas ahogadas que hacen que mi cuerpo se mueva encima del suyo.

Al año después de conocer a Anne empecé a sentir cosas por ella que distaban mucho de una relación de amistad. Me pillé mucho por ella, hasta el punto en que le pedí salir.

Me esperaba una negación rotunda, pero un sí por su parte dicho de una forma un tanto frenética me motivó.

Al tiempo de empezar a salir nos dimos cuenta de que los sentimientos que ambas teníamos no eran nada relacionados con el sentimentalismo de pareja, más bien una atracción tan fuerte que nos hacía levitar a ambas y adentrarnos en un estado de embobamiento mutuo. Es decir, que queríamos ser follamigas y ya está. Perdón por la palabra, pero es que no sé decirlo de mejor manera.

La primera vez que nos acostamos fue algo que nos dejó a ambas en estado de shock. La verdad es que nos compenetrábamos muy bien y estábamos tan cómodas la una con la otra que no hacían falta ni palabras para comunicarnos.

Sus jadeos contra mi hombro cada vez se fueron reduciendo más, hasta que su respiración se acompasó y nos adentramos en un beso más de esos tantos que nos habíamos ido dando durante toda la noche.

La chica de las poesíasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora