Me hice hueco entre la marabunta de gente que se aglutinaba en la puerta del recinto del centro comercial.
¿Cómo es que ese cantante era tan famoso y yo no había escuchado hablar de él nunca?
En fin.
Busqué a mi alrededor algún indicio de ojos miel, algún indicio de un pelo rizado, castaño... Pero nada. A ver, gente así había, pero no eran mi chica de las poesías. No eran mi cantante secreta.
Las once de la mañana llegaron y la firma de discos comenzó. Poco a poco, la gente que había en la puerta fue haciendo una fila y fueron pasando poco a poco mientras Hayd, el artista de la canción iba firmando discos, haciéndose fotos...
Miré la fila tantas veces que ya me mareaba de ver caras diferentes, porque ninguna era la que yo esperaba ver.
A lo mejor me había equivocado, a lo mejor la respuesta estaba en la letra de la canción y yo no había entendido nada.
Pasaba gente todo el rato, y yo seguía sin oler el perfume característico de la persona a la que buscaba.
Esperé por si llegaba tarde. Esperé y esperé, hasta que dio la una de la tarde y la gente de la fila se había disipado. Quedaban ya pocas personas en la fila, así que dije, bueno, ¿Por qué no?
Compré un disco de los que había en los stands de al lado de la firma y me puse en cola. La verdad es que solo había escuchado esa canción de ese autor, pero, teniendo el disco, a lo mejor me daba por escucharlo y me gustaba. Si no, siempre podía venderlo en Wallapop firmado. Mentalidad de tiburón gente.
La última de la cola, por fin llegué a la zona de firma, le di el disco al cantante y, muy majo el chiquillo, me lo firmó y nos hicimos una foto.
Al salir de la cola y ver la foto, algo llamó mi atención.
Se podía ver el piso de arriba en la foto, se podía ver la barandilla y a alguien apoyado en ella.
Aun estando de espaldas pude reconocerla.
No podía ser.
Miré hacia arriba pero ya no había nadie.
Corrí hacia las escaleras mecánicas, subí a toda prisa y, con movimientos rápidos, intenté buscar esa figura entre la gente, pero era una misión casi imposible.
Todo el mundo se agolpaba entre las tiendas, restaurantes, y buscar a alguien ahí era como encontrar una aguja en un pajar.
Pero, a lo lejos, cerca de las escaleras de bajada, la vi.
Hicimos contacto visual.
Quería que la viera.
Quería que la siguiera donde fuera que estaba yendo.
Por un momento todo el mundo a mi alrededor se paró. Por un momento, por breve que fuera, mi mirada y la suya unieron una conexión y saltaron chispas. Por un momento, todo quedó en silencio, la luz solo la enfocaba a ella, mi respiración frenó, y el mundo a mi alrededor corría a una velocidad casi inexistente.
Una pequeña sonrisa, casi nada, un arqueo en la comisura izquierda de su boca apareció cuando mi respiración se paró.
Realmente quería que la buscara.
Cuando apartó los ojos, el tiempo volvió a su sitio, todo volvió a funcionar, incluso mis piernas cuando las obligué a correr detrás de aquella figura que ya había casi bajado por las escaleras.
La perdí de vista un momento hasta que la vi de nuevo salir, ahora un poco más apresurada, fuera del centro comercial.
Joder, y yo que los sábados me saltaba el gimnasio, ese día una sesioncita de cardio.
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La chica de las poesías
RomanceCuando parecía que su vida monótona y anclada a pensamientos e historias pasadas no podía cambiar, un poema y unos ojos miel hacen nacer la esperanza en el corazón de Iris. Desde ese momento, nada ni nadie va a pararla. Arreglar su pasado, para salv...