Capítulo 8

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Bueno, perdón por el capítulo anterior, me puse demasiado intensita, ¿No?

Recordar mi pasado no es algo que me guste mucho, pero cuando los recuerdos me invaden no puedo frenarme, soy así.

Además, los recuerdos sirven para superar los traumas, o eso pienso yo. Cuanto más recuerde mis momentos malos, más me inmunizaré y seré capaz de hablar de ellos sin tapujos y sin echarme a llorar, aunque todavía esté en proceso de conseguir eso.

No, tranquilas, no os voy a llevar a ningún recuerdo, más que nada porque no estaba en un sitio apropiado para eso.

Estaba sentada en una silla muy incómoda, en una sala de espera muy fea, en una clínica a tomar por culo de mi casa.

Estaba esperando mientras operan a mi madre. Mientras abortaba.

Por mucho que me insistió, no me fui a dar una vuelta mientras, ni había esperado en casa. Eso lo teníamos que pasar juntas, que viese que le apoyaba, que estaba ahí para ella.

Y no os voy a mentir, estaba más cagada que nada. Llevaba inquieta en esta puta silla de plástico malo unos cinco minutos ya.

Me dijeron que no tardarían más de diez minutos y, que si por algún casual algo fuese mal, no tardarían en avisarme. Se me estaban haciendo los minutos más largos que en toda mi vida. Parecía que la manecilla del reloj de pared de la sala de espera no avanzaba a la velocidad que debería, o bueno, como yo creía que debería.

Bueno, mientras esperaba, contadme qué tal vuestro fin de semana. Da igual cuando leas esto porque siempre va a haber pasado un fin de semana. No habíais pensado eso ¿eh? Soy una maga de las palabras, soy una increíble e inteligente maga de las palabras.

Perdón, cuando estoy nerviosa divago y no se ni lo que digo.

Un sonido me hizo parar la risa floja de puros nervios que me había salido al darme cuenta de que estaba hablando sola (bueno, con vosotras, pero es que no me dais conversación, aburridas) y vi a dos enfermeras salir por la puerta por donde se fue mi madre hacía doce minutos.

-¿Familia o persona cercana de la señora Clara Rhodes?- Esa era yo.

-Yo, aquí estoy, soy yo- Madre mía, se me notaban los nervios tanto que se me cayó todo al suelo. A tomar por culo el abrigo.- Soy su hija.

La enfermera parecía haber notado mis nervios, obviamente, por lo que me puso una mano en el hombro y me dijo:

-Tu madre está bien, ha salido todo perfecto, ahora mismo está recuperándose un poco y en unos minutos ya podrás pasar a verla mientras se toma algo para reponer fuerzas.

Mi cuerpo se relajó al instante y dejé salir todo el aire que me oprimía los pulmones desde hacía ya más de unos días. Qué nervios había pasado.

Al esperar cinco minutos, una enfermera me dijo que pasara a ver a mi madre por lo que, abrigos y bolsos en mano, fui hacia la sala donde me indicaron.

-Hola cariño- Su sonrisa cansada me hizo volver a relajarme y me di cuenta de que estaba bien, de que había pasado todo ya.

-Hola mamá, ¿Cómo te encuentras? ¿Has comido algo? Me han dicho que te iban a dar un zumito y unas galletas, creo, pero por si acaso no quieres de eso, te he comprado un sándwich en la máquina expendedora, es de lechuga, pollo y mayonesa, pero como sé que te gustan también con queso he comprado queso aparte ¿Quieres?

Una risa suave salió de ella en cuanto terminé de hablar y entonces entendí que había hablado tan rápido que parecía que estaba rapeando. Soy Eminem bitches.

-Cariño, estoy bien, me han dado ya todo, tranquila- Vi que señalaba la mesita que había a su lado y me di cuenta de que había sobre ella un mini brick de zumo acabado y un paquete vacío de galletas a su lado.

La chica de las poesíasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora