Capítulo 11

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La saliva que pasaba por mi garganta justo en el momento en que dijo eso desapareció. Reprimí el sonido del atragantamiento que me había generado lo que acababa de decir y me limité a respirar hondo e intentar no ponerme nerviosa.

Era todo tan raro que no habría sabido explicárselo a nadie. Allí, con ella, hablando como si nos conociéramos de toda la vida, mirándonos como si viésemos a través de la otra. Seguía sin saber su nombre.

-Dios... perdona, no quería asustarte, sé que soy súper intensa, debería haberme controlado un poco...- Siguió hablando, pero yo solo pensaba en que todavía no sabía su nombre.

-¿Cómo te llamas?- La corté mientras hablaba y me miró un poco desconcertada, pero en seguida paró de hablar y sonrió un poco.

-Elisabeth, pero todos me llaman Lizzie.

Asentí y le sonreí tendiéndole la mano.

-Encantada, Lizzie, soy Iris- Miró mi mano dudando por un momento, pero en seguida me dio la suya.

Una mano suave como la seda, bastante grande, a decir verdad, un poco más grande que la mía. El calor de su piel junto a la mía, por leve que fuera el roce, provocó un impulso nervioso en mi pecho. Sacudimos las manos durante unos segundos en los que parecía que ninguna de las dos quería separarlas, así que, lentamente, retiré la mano, como si de una taza de porcelana se tratase, con todo el cariño del mundo.

Pero una pregunta retumbaba en mi cabeza sin parar. Me estaba carcomiendo por dentro, necesitaba saber por qué, el por qué de todo esto.

Así que, me aclaré la garganta, tragué saliva y dije:

-¿Qué es lo que quieres de mí, Lizzie?

Su mirada encontró la mía y, a los segundos, tras lo que creía que había sido el tiempo necesario que necesitaba para elaborar una respuesta, me dijo:

-No tengo ni idea.

..........

- Lizzie -

No sabía qué decirle.

Había hecho todo aquello, la había llevado hasta mí, la había hecho resolver puzles y todo, sin saber por qué.

No me había planteado siquiera por qué lo hacía, simplemente lo hice.

Y, ahora, al preguntarme el por qué, no lo sabía. No sabía qué quería de ella.

-No tengo ni idea.

Se quedó mirándome confusa. Normal, yo también lo estaría. Bueno, ya lo estaba.

Encogió los hombros recogiendo su bolso y se levantó de la silla antes de decir lo siguiente:

-Mira, de verdad que me ha gustado la caza del tesoro esta, de verdad, ha sido entretenida y me ha alegrado mucho. Pero, yo no estoy como para que juegues conmigo un rato, me marees y ahora me digas que no sabes por qué has hecho todo esto. ¿Quieres que nos conozcamos y seamos amigas? Súper bien, me encantaría. ¿Quieres que quedemos como conocidas y esto se quede como está? Perfecto, como quieras. Pero no puedo creerme que después de hacer todo esto no sepas por qué lo has hecho, si te aburrías podías haberte puesto a jugar un videojuego y haberme dejado en paz en vez de volverme loca durante dos semanas.

Su mirada fue penetrante. Me dejó helada. Me dejó sentada y sin saber qué decir. Quería decirle que quería algo, pero que no sabía qué. Quería decirle que quería conocerla, pero las palabras no salían de mi boca. Simplemente me quedé allí parada, mirándola, intentando nadar en el azul de sus ojos para salir a flote y poder decir algo. Pero de mi boca no salió nada.

La chica de las poesíasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora