Era un día frío para ser mitad de otoño, pero no me quejo, nunca me ha molestado el frío, de hecho, esta época del año es mi favorita. Cuando las hojas de los árboles se tiñen de un rojo apagado y de naranjas claros como las mandarinas hasta amarillos como el Sol. No vivo en otro siglo eh, sé que por mi forma de narrar a lo mejor os entra diabetes o paráis de leerme. En realidad con que me lea una persona tengo suficiente. De pequeña siempre soñé con hacerme famosa, con cantar encima de un escenario, empuñando una guitarra y al lado de un micrófono, pero también he soñado siempre con escribir mis propios libros, que alguien los lea y le gusten, pero me da tanta pereza ponerme a escribir que lo voy dejando de lado hasta que se me olvida.
Por cierto, no he dicho como me llamo. Soy Iris, Iris Rhodes. Para empezar diré que ese no es mi nombre verdadero, vengo de una familia española, pero nos mudamos a Londres cuando a mi madre Clara le dieron un ascenso en la empresa.
¿Mi nombre verdadero? Prefiero no decirlo. Me recuerda a mi pasado, a cosas que no quiero recordar, así que mejor me lo quedo para mí.
Estudio en la Universidad de letras aquí, en Londres, aunque para ser sincera, me gustan mucho más los autores y la literatura española, por eso estoy estudiando Lenguas y filología hispánica.
Aunque me gusta mucho más la cultura, el folklore, y la vida en España, la verdad es que Londres es una ciudad que me ha enamorado. Antes de mudarnos, mi madre y yo ya habíamos venido aquí unas cuatro veces, y cada vez descubríamos algo nuevo y que nos gustaba cada vez más. Ahora que vivo aquí, he de decir que sigue pasándome lo mismo. Adoro perderme por las calles de la ciudad, aunque, de un modo u otro, siempre acabo en el mismo sitio: Candem Town.
Es de esos sitios que te inspiran confianza y para mí, mi sitio favorito de la ciudad sin duda.
No suelo ir sola, no soy tan antisocial como aparento de primeras, la verdad es que me llevo bastante bien con mucha gente y aquí tengo a mi mejor amigo, Josh, que es la persona más buena y más simpática del puto mundo.
Mentiría si dijera que tengo muchos amigos, la verdad es que solo considero amigos de verdad a Josh y a Anne aunque, siendo sincera, no soy igual de amiga del uno que del otro.
Estoy en mi habitación, sola, para variar, con mi móvil viendo unos videos de Instagram. Francamente, debería que estar haciendo los mil trabajos que me han enviado en la Universidad pero me da tanta pereza que me niego a salir de la cama, total, nadie va a saber que no he hecho nada en toda la tarde.
Mi madre no suele pasar mucho tiempo en casa, se pasa los días enteros en su despacho de la empresa trabajando y, la verdad es que no me quejo. Es genial tener la casa para mi sola todos los días, si tuviese algo parecido a una pareja sería un sueño. A veces me siento sola, y me enfado con mi madre reprochándole que no está en casa para mí, pero se me pasa pronto, son gajes del oficio.
Me encanta estar sola por otra parte. Puedo aprovechar para tocar la guitarra, para tocar el piano, y para cantar mis canciones favoritas a todo volumen sin que nadie se entere, y es genial, sobre todo cuando estoy agobiada o me entra la ansiedad. Sienta muy bien poderme sentir libre aunque sea por un rato. Anne siempre ha estado en desacuerdo conmigo, porque le gusta como canto, le gustan las canciones que escribo, pero a mí no me gusta enseñarlo.
Hace tiempo, cuando todavía vivíamos en España, lo que más me gustaba hacer se volvió en una forma más que tenía la gente para reírse de mí, así que cuando llegamos a Londres decidí no cantar más en público, borrar las covers de mis redes sociales y esconder mis gustos musicales para que nadie pudiese ni opinar sobre mí ni sobre mis gustos. Me he dado cuenta, de todas formas, que aquí a la gente le da bastante igual lo que hagas o dejes de hacer. Cada uno va a sus cosas y no suele haber muchos cotilleos ni nada parecido, otra cosa más que añadir a la lista de pros de vivir en Londres.
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La chica de las poesías
RomanceCuando parecía que su vida monótona y anclada a pensamientos e historias pasadas no podía cambiar, un poema y unos ojos miel hacen nacer la esperanza en el corazón de Iris. Desde ese momento, nada ni nadie va a pararla. Arreglar su pasado, para salv...