Una pequeña crisis que mejoro todo

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Un mes después sin decir una sola palabra reacomodaba sus cosas en su nueva habitación. Ahora vivirían en Sídney, ya no podría ver a su abuela, solo llamarla. Miro con enfado que su madre había dejado atrás la botellita de rocío que era lo único que le quedaba. Era una entrometida. Suspiro y miró a ver que más había sacado de su maleta para luego comenzar a preparar su habitación. 


Dos días después se preparaba para ir a la escuela, ya esperaba que fuera igual de horrible que la primera vez que fue, pero sorpresivamente todos fueron amables.

Regreso a casa y como desde lo ocurrido, no dijo ni una sola palabra. Su madre bufó – Si no me hablas no hare la comida para ti – le advirtió – y esta vez lo digo en serio


No dijo nada, y se encerró en su cuarto para hacer su tarea, tres horas y luego cuatro, salió de su habitación y esta vez de verdad su madre no había hecho nada, camino a la alacena y tomo un paquete de galletas – No puedes comerlas hasta que no comas comida de verdad – Frunció el ceño, pero dejo las galletas en la mesa y volvió a su cuarto, se puso sus audífonos y se hizo bolita.


Dos días paso sin comer nada, y al tercero su abuela estaba ahí, sonrió con emoción y corrió para abrazarla, pero el cuerpo de su madre se lo impidió, se detuvo y la miro con enojo – Yo soy tu madre – le dijo con dureza – no puedes tratarme así toda tu vida


El la miro furioso – Yo soy tu hijo, no puedes tratarme de ese modo


Ella le miro con enojo – Felix esas eran estupideces


El de verdad estaba enfadado, pero sobre todo dolido – ¿Estupideces? ¿Mis sentimientos son estúpidos? ¡Tu puedes ir por ahí destrozando mi vida, destrozando las cosas que amo, esculcando entre mi intimidad porque es estúpida! ¿Entonces yo debo ser bueno contigo cuando me tratas mal, cuando siempre me dices que mis sueños son tontos, cuando dices que es mi culpa que la gente sea mala conmigo, cuando dices todo eso yo debo sonreír y decir ¿gracias mamá?


No espero la respuesta, solo salió. Iba bajando las escaleras, corriendo como siempre, bajaba de manera acelerada, ellos vivían en el quinto piso iba por la mitad de las escaleras entre el segundo y tercer piso hasta que choco con alguien, iba a caer, pero le sostuvieron.


Era un chico, parecía se un poco mayor a el – Ey ¿Estas bien?


No quería detenerse, escucho a lo lejos a su mamá – Sácame de aquí


El rostro del chico se puso un poco serio y sin dudar ni soltar su mano lo guio escaleras arriba, deprisa y luego por el pasillo hasta otro departamento. El chico abrió la puerta y ambos entraron. Se quedo callado, dejando que sus lagrimas rodaran y sorbiendo sus mocos, hasta que el chico le tendió un pedazo de papel.


Se limpió la cara y susurro – Gracias


– No hay de qué – estuvo en silencio un rato y luego con suavidad pregunto – ¿Todo está bien?


El se encogió de hombros – No lo sé


Y todo quedo en silencio por otro rato – Me llamo Christopher, Christopher Bang

Hojas de menta || ChanlixDonde viven las historias. Descúbrelo ahora