Capítulo 4

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-Frankie, despierta, ya es hora –Dijo una linda voz al lado mío.

-¿Qué? No… - Metí la cabeza bajo la almohada.

Espera… ¿Frankie?
-Dime Frank…
La información de la noche anterior me atacó, había llorado con Gerard, le dije de mi soledad, mostré mi lado más vulnerable ante un simple mayordomo, Frank Anthony Thomas Iero Pricolo, el hijo único de Cheech Iero, hombre de confianza de su majestad la Reina Victoria, llorando en los brazos del mayordomo, que por si fuera poco, es el hombre que quiero sacar de mi hogar. Éxito Frank, estúpido.

-Frank… ¿Qué pasa? –Gerard me sacó de mis pensamientos, estaba peligrosamente cerca de mi rostro. Me sonrojé

-N-nada, es que aún estoy medio dormido –Mire hacia el suelo, después de todo Gerard no es malo, podría ser mi amigo

-Está bien, me retiro a hacer mis deberes –Se alejó de mí, me dedico una de sus resplandecientes sonrisas y salió.

Entré al baño y me dedique a repasar todos los detalles del rostro de Gee, sus ojos esmeralda, sus labios pequeños y rosa, su piel extremadamente blanca, su suave cabellera negra, casi a la altura del hombro, su torso fuerte pero al mismo tiempo delgado, sus manos callosas por el trabajo, pero aun así su tacto suave ¿Cómo se sentirían esas manos tocando mis partes más íntimas?
Noté que mi entrepierna empezaba a endurecerse por los pensamientos.

Que vergüenza, Frank.

***

El resto de la mañana transcurrió normal, Gerard actuaba normal, como si nada hubiese pasado y de verdad se lo agradecía, no había pasado nada más allá de unas cuantas sonrisas furtivas cuando no había nadie alrededor, además seguía llamándome “señorito”, cosa que en verdad no me agradaba mucho, ahora que Gerard iba a ser mi amigo.

Entrada la tarde, fui al jardín y me senté en una mesita de jardín bajo el hermoso cerezo, empecé a recordar a mi madre, como lo hacía todos los días, desde hace 4 años.

-Señorito, traje un poco de té y pastel de avellanas –Sonrió y lo puso frente a mi.

-Gerard… -Me sonrojé un poco –Ehh…

-¿Si…? –Ladeó un poco la cabeza, se veía adorable.

-Bueno, me preguntaba si… Despues de lo de ayer… Tu y yo… ¿Somos amigos? O algo asi… -Miré hacia un lado con cara de despreocupación –No te estoy obligando.

Escuché una risita de su parte y lo vi de reojo, me sonrojé más si es que eso era posible.

-Disculpa –Sonrió –Claro que somos amigos, es sólo que jamás pensé que me pedirías algo así.

-By Gerard-

No pude evitar reír ante la petición del chico, todo un noble pidiéndole a un mayordomo que fuera su amigo, como es la vida, pero después de todo el pequeño me agrada, es buen chico, solo que es solitario.

Aunque, mis intenciones originales al entrar en esta mansión eran vengarme y de paso obtener un poco de dinero para mi familia, podría olvidarme de todo. Siento que es mi deber hacer recuperar el brillo a esos hermosos ojos color avellana, es un pecado que un chico tan lindo sonría tan poco.

-Entonces, si somos amigos, podrías… Tomar el té conmigo –Posó su vista en el suelo.

-Claro, traeré una taza para mí.

***

-A ver, tengo 17 años, me gusta el café más que el té, he vivido en los callejones tratando de ganarme la vida desde que tengo memoria, aunque hubo un tiempo que mi madre trabajo para una familia adinerada y parecía que todo mejoraría no fue así, salió de trabajar pronto, eran demasiado “exigentes” y yo tuve que seguir buscando dinero, haciendo uno que otro trabajo, tengo un hermano menor, se llama Michael, tiene más o menos tu edad. Un día supe que necesitaban un mayordomo en esta mansión, me presente con tu padre, me hizo preguntas y aquí estoy –Le resumí mi vida lo más que pude –Y ¿Qué hay de ti?

-Pues, tengo 14 años, en octubre cumplo 15 –Dijo orgulloso –Me gusta el té, adoro a los perros, siempre estoy solo… Bueno, no siempre fue así, sólo después que mamá fallecio –Su rostro se ensombreció –Soy torpe y no puedo hacer demasiadas cosas por mí mismo, tengo asma y bueno, creo que solo eso.

-Qué vida tan simple para ser un noble –Reí un poco y él sonrió ante el comentario –Y… ¿Cómo murió tu mama?

-Bueno… -Miró hacia un lado un poco triste.

-Si es muy incómodo para ti, olvida la pregunta, por favor –Me sentí mal por provocar la tristeza en la mirada del chico. Él sonrió de lado y me miró a los ojos.

-No, está bien. Creo que me hará bien hablar de esto después de tantos años –Tomó un sorbo pequeño del té, que ya estaba frío –Un día hermoso, un 24 de diciembre, víspera de navidad… Ese día desperté más hiperactivo de lo normal, claro que era un niño de 10 años y vamos ¿Qué niño no se emociona en esas fechas? –Sonrió triste, miró hacia la pequeña tacita que estaba entre sus manos –Me asomé por la ventana y había una hermosa capa de nieve cubriendo el suelo… “Mami, salgamos” –Me miro a mi unas milésimas de segundo y regreso la vista a la taza–“Podría convertirse en una tormenta” dijo ella, pero no hice caso e insistí, soy muy testarudo cuando me lo propongo, así que después de mucho rogar, me abrigó bien, debido a mi asma, sombrero, guantes, abrigo de lana gruesa, calcetas y botas de nieve, todo lo necesario para sudar en medio de una ventisca –Rió bajito –Ella solo se puso una manta de lana en los hombros y se sentó a tejer mientras me veía por la ventana. Miré a un perrito meterse entre los árboles y lo seguí, cuando le perdí de vista y me paré a ver dónde estaba, ya no reconocía nada, no sabía qué camino tomar para regresar. La temperatura empezó a descender y los vientos soplaban a velocidad descomunal, era casi imposible mirar entre la neblina.

-La gran ventisca del ’50 –Dije sorprendido. Se dice que ha sido una de las tormentas más fuertes ocurridas en Londres, de hecho mi pequeña casa perdió varios vidrios y algunas tejas del techo en esa tormenta.

-Sí, así es –Una lagrima traicionera bajo por su mejilla –De pronto una rama me golpeo un la frente y perdí el conocimiento, no sé si fueron horas o minutos… Escuché la lejana voz de mi madre y abrí los ojos, ella me llevaba en brazos y lloraba, estaba descubierta completamente, ni siquiera traía la manta de lana y repetía “Resiste, todo está bien, ya estas con mamá” –Se puso las manos en la cara y rompió en llanto, tomé su brazo sobre la mesa, él bajo la mano de su cara y yo la tomé y le di un apretón, sonrió –Luego que dijo eso, volví a cerrar los ojos. Cuando recuperé el conocimiento ya estaba en casa, traía ropa limpia y habían pasado 12 horas, mi madre aún estaba desmayada, dicen que solo me dejó en la cama y ella se desmayó. Pasó los 2 días siguientes con fiebre de más de 40° y murió. Fue mi culpa…

Me levanté de mi lugar y me arrodille a su lado, le abracé la cintura y puse mi cabeza en sus piernas.

-No fue tu culpa, tú no ocasionaste la tormenta. De hecho mucha gente murió debido a eso, no fue tu culpa, fue una mala jugada del destino –El tocó mi cabeza, sus manos estaban temblando –Agradezco que me hayas contado esto… -Me levante de donde estaba y le di la mano.

-¿De verdad crees que no lo fue? Si yo no hubiese insistido, si no hubiese seguido al per… -Puse un dedo en sus labios.

-Shh, no lo fue, eras un niño –Me acerqué a él y limpie sus lágrimas con mi pulgar.

-Pero…

-No tienes la culpa de nada, además, estoy seguro de que ella se fue feliz de haber podido salvar la vida de su pequeño de ojos hermosos… -Me acerqué más a su cara y junte nuestros labios en un casto beso.

MAYORDOMO / FrerardDonde viven las historias. Descúbrelo ahora