12. Segundas oportunidades

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Juliana contiene las lágrimas. Intenta ocultar su estado emocional tragándose las ganas de llorar, manteniéndose tan firme como posible.

Después de casi ocho horas de una cirugía muy delicada, un dolor profundo se ha instalado en su hombro izquierdo y un vacío punzante le revuelve el estómago. Juliana ha realizado tantas cirugías en los últimos años que sus movimientos son prácticamente todo memoria muscular y apenas tiene que pensar. Pero esta cirugía, en particular, no fue como ninguna otra. Fue un nuevo desafío para su carrera y, sobre todo, para sus creencias personales.

Ella revisa el monitor una última vez antes de declarar que la cirugía había terminado oficialmente. Hizo todo lo que fue posible, en verdad, todos en esa sala dieron lo mejor de sí.

Todos los ojos observan a la joven doctora mientras comienza a quitarse los guantes y las múltiples capas de batas quirúrgicas, la primera empapada en sangre y la segunda en sudor. Su uniforme azul está aún más azul debido a todo el líquido que expulsó su cuerpo durante el tenso procedimiento, pegando la tela de algodón a su flaco cuerpo.

Parecía que había corrido un maratón sin dejar el mismo lugar durante horas. La carrera simbólica fue contra el tiempo, contra todo pronóstico y principalmente contra una enfermedad nunca antes vencida. Tenía que ser una intervención quirúrgica perfecta, sin margen para vacilaciones, cansancio, inseguridades humanas, tensión emocional.

Cuando se tiene un bisturí en la mano y una vida en juego, no puede haber lugar para los defectos ordinarios del ser humano.

Antes de que Juliana pudiera alcanzar la ficha médica, enfermero Beltrán ya se la estaba tendiendo. El hombre le guiña un ojo, dándole una sonrisa reconfortante mientras ella firma su nombre al pie de la última página. Claramente él tenía la intención de aliviar la presión y el peso de la inmensa responsabilidad que recaía sobre sus hombros.

Amable y simpática como de costumbre, Juliana agradece a todas y cada una de las personas que la ayudaron a hacer el trabajo: enfermeros, anestesióloga, asistentes, compañeros cirujanos. Luego, se apresura a la zona de limpieza para lavarse las manos, los brazos y secarse la piel sudorosa antes de salir a dar la noticia a la familia de su pequeña paciente.

Un subidón de adrenalina corre por sus venas mientras espera a que llegue el ascensor. Juliana se rasca la cabeza con comezón, una gorra de arcoíris personalizada aún cubre su cabello.

Se quita la máscara de la cara para empujar un poco de aire fresco a su sistema respiratorio.

Las puertas del ascensor se abren y ella entra resueltamente. Su cuerpo cansado instantáneamente se apoya contra la pared, sus piernas están demasiado exhaustas para sostener su propio peso. Su mano izquierda se masajea un punto dolorido de su cuello mientras sus ojos siguen ansiosamente los números que cambian en el pequeño monitor sobre las puertas.

Una campana suave anuncia que ha llegado al piso de la sala de espera.

Y esa es la parte complicada de su trabajo: tratar con las familias después de la cirugía. Puede parecer simple, pero no lo es. Requiere mucha habilidad y tacto, debido al hecho de que las noticias no siempre son agradables de dar y las consecuencias de no cumplir con las expectativas de las personas pueden ser muy frustrantes. Pero también está el lado positivo, especialmente cuando es posible devolver la esperanza a aquellos que ya se sentían derrotados por un desafortunado giro del destino.

- ¡DOCTORA! - la mujer que Juliana reconoce como la madre de su paciente se levanta instantáneamente de su silla y camina hacia ella.

- Sra. Ruiz - Juliana espera pacientemente a que los demás familiares también se reúnan a su alrededor para escuchar las noticias. No ve al padre de la niña, pero ya no puede hacer esperar a una madre afligida.

Like Father, Like Daughter (Español)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora