C10: "Confesiones"

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Jordan no volvió a tocar el tema e insistir me parecía simplemente inútil, lo descubriría por mi cuenta.
Se sentía cierta tranquilidad en la casa, me levanté más temprano de lo normal para hacer mi rutina de ejercicio, sabía que había un gimnasio totalmente equipado en algún ala de la mansión, pero prefería estar aquí.

*

Pasé mi mano sobre el espejo empañado por la ducha caliente que acababa de tomar, observé ciertas bolsas debajo de mis ojos las cuales resultaban extrañamente familiares, desde que había llegado aquí me despertaba en algún punto de la madrugada con recuerdos en forma de lágrimas.

Tras terminar de vestirme con el ridículo uniforme azul, sujeté mi cabello en una coleta bastante rígida, ni un solo cabello castaño fuera de su lugar; coloqué un poco de corrector justo debajo de mis ojos y decidí bajar a la cocina.

—Buenos días, señorita– dijeron al unísono dos empleadas al cruzarse conmigo.

—Buenos días– dije con una sonrisa tímida. No estaba acostumbrada a este tipo de trato y probablemente nunca lo estaría.

No me imagino a lo que deben atenerse, Denysse como jefa suena a pesadilla, ella lo es.

Había un banquete en la mesa, pero solo tomé un jugo de naranja.

Jordan se tardaba mucho tiempo y por ningún motivo quería cruzar palabra con alguno de esos dos psicópatas que teníamos como padres, evitaba a toda costa verlos.

Después de un rato decidí llamar a su teléfono.


1...2...3 veces

—Maldita sea– susurré antes de subir hasta su habitación a regañadientes.

Me encontraba frente a su puerta pensando en cómo ahogarlo con la almohada, cuando un ruido seco hizo que me hizo sobresaltar haciendo que instintivamente abriera la puerta de golpe.

TF*

La escena me hizo abrir tanto los ojos que ni siquiera pude permanecer un solo segundo más allí, cerré de inmediato y bajé corriendo a sentarme.

Luego de un rato Jordan bajó ya listo, su cabello aún seguía mojado y la corbata estaba mal acomodada, todo indicaba que había salido casi corriendo, se quedó mirándome por un corto segundo para luego tomarme de la mano y sacarme casi a rastras de la casa.

—No puedes decirle a nadie– dijo serio con cierto nerviosismo, su mirada era sombría y no había ni una pizca de diversión en sus palabras, contrario al tono de burla que usualmente usaba para molestarme.

—No tienes de que preocuparte, no se lo diré a nadie.

Caminamos hasta su auto y no pude evitar abrir la boca nuevamente.

—Pero, ¿tiene algo de malo?– pregunté ya dentro del auto.

—Mi padre me mataría si supiera, no creo que tener un hijo gay lo haga sentir orgulloso, lo conozco y sé exactamente lo que piensa.

—¿Son novios?

—Eso no tiene importancia Andra, llevo toda mi vida ocultándome de lo que realmente soy, tratando de complacer a los demás y lo último que querría pensar este momento es qué demonios tengo con él– escupió las últimas palabras con cierta amargura y no lo culpaba, de cierta forma lo entendía.

Es complicado vivir con una máscara siempre no sabía que decir, así que por primera vez desde que llegué pude demostrar lo que realmente sentía.

Empatía.

Lo abracé con fuerza, se tardó unos segundos en responder, pero cuando envolvió sus brazos en mí sentí como el blazer que llevaba puesto se humedecía.

—Te asombraría saber que eres la primera a la que se lo he dicho.

Sorbió sus mocos y arrancó el auto. Pasamos por Starbucks antes puesto que, Jordan necesitaba "urgentemente" una galleta de chocolate.

—Si llegamos tarde, prometo cortarle los frenos a tu auto.

—Eso no pasará querida Andra, me amas demasiado como para dejarme ir– replicó con la boca llena de chocolate.

Pero si lo acabo de conocer... 
...

Es egoísta pensar que solo nosotros estamos sufriendo, estamos sintiendo, estamos siendo atormentados por algo. La primera vez que vi a Jordan no pude evitar pensar lo ridículo que era, y de alguna forma supuse que el hecho de ser quien es y tener lo que tiene le otorgaba una vida feliz de inmediato. Me equivoqué.

Jordan me guio hasta el árbol en dónde los chicos estaban conversando.

—Así que de quién estamos hablando– dijo Jordan llamando la atención de todos.

—De lo estúpido que es este lugar– dijo Romy bastante molesta.

Alessio me miraba fijamente aun cuando trataba de enfocar mi mirada en otra parte, no dejaba de analizarme.

—Puedo confirmar lo de estúpida– dije en un susurro.

—La escuela no tiene la culpa de tus berrinches– dijo Abel rodando los ojos.

—Eso lo dices porque eres bueno con el básquet, yo en cambio no soy buena en nada.

—Soy bueno en muchas cosas Romy, puedo asegurar eso, sí—respondió con una mirada pícara.

—Ya cierren la boca– intervino Alexa– por qué no solo te inscribes en el club de literatura o en teatro.

—¿Hay un club de teatro?– dije más animada de lo que hubiera querido sonar.

—Los frikis, de frente a la izquierda– respondió Luka quién acababa de llegar.

—Es arte, simio.

Todos estallaron en carcajadas y no entendí el porqué hasta que me di cuenta de que mis pensamientos en realidad fueron palabras.

Luka me miraba furioso... pero, si empiezas algo debes terminarlo ¿verdad?

—No te aflijas, no entenderías— dije tocando su hombro con una sonrisa ladina antes de largarme de allí.

Andra, Andra, Andra... Siempre hablando de más.

Visualicé a Emily así que aproveché en irme de allí lo más rápido que pude.

—Hey, sí yo también estoy bien ¿De quién escapamos?—dijo al ver que la guiaba en la dirección contraria a la que ella se estaba dirigiendo.

—De mi bocota— contesté antes contarle lo que acababa de hacer, aún sentía la adrenalina de haberlo dejado en ridículo, se lo merecía en cierta parte estaba ofendiendo una de mis viejas pasiones.

Cuando pensé haberme librado de Luka Giordano, unos grandes ojos miel y una sonrisa suspicaz digna de elogios estaba frente de mí.

Me resultaba incómodo tenerlo cerca, el simple hecho de tenerlo a menos de un metro de mí me hacía querer salir corriendo.

—Emily, ¿podrías darnos un momento?— preguntó educadamente.

—Emily, no te vayas— dije en tono firme.

—Emily— Por favor— dijo con esa mirada capaz de conseguir lo que quiera en segundos.

—Vuelvo enseguida— dijo algo aturdida.

Maldije en mis adentros el hecho de que me haya dejado con el italiano psicópata.

—Así que... Simio— soltó en un fingido tono pensativo.

—¿Qué deseas Luka?— pregunté sin rodeos, ya parecía comprender su forma de comunicación.

—Sé mi acompañante el sábado— dijo mirándome fijamente, tanto que podía notar como sus pupilas se dilataban un poco. ¿Por qué no se lo pedía a Stella?

Estaba a punto de reírme en su cara, más no logré encontrar atisbos de burla.

—¿Por qué querrías ir conmigo?— dije aún incrédula, evadiendo la respuesta con otra pregunta.

—Porque— habló mientras se acercaba un poco más, dejándome embobada con su embriagadora fragancia— Sé cosas de este lugar, que deberías saber.

Me tomó unos segundo reaccionar al peso de propuesta.

De lo que estaba completamente segura, es que la curiosidad que embargaba en mí este lugar, no era algo que podría dejar pasar porque sí.

Me costó aún más trabajo formular las palabras después de tener su mirada fija en todos mis movimientos. Respiré y lo miré fingiendo seguridad.

—Nos vemos allí.

Sonrió satisfecho, definitivamente estaba disfrutando esto.

—Entonces... Supongo que no te deben molestar tanto los simios— soltó antes de irse con las manos en los bolsillos.

Cerré en los ojos procesando el hecho de haberle abierto la puerta al mismísimo diablo, pero si él quería usarme de herramienta de celos, yo también lo usaría de Google.


*****


¡Hola! Cuanto tiempo... tengo muchas cosas planeadas para esta historia, espero ganar más experiencia con esto.

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⏰ Última actualización: Oct 12, 2021 ⏰

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