✐Four.

228 29 37
                                    

Se sonrió frente al espejo del baño una vez más después de cepillarse los dientes dos veces, deseándose suerte a sí mismo. Había ocultado sus ojeras con una base de su tono de piel y afilado su mirada con el lápiz y rímel negro que se puso encima, además.

Su look era perfecto, tanto en el maquillaje como en su ropa. Se veía muy Horacio.

— Allá voy... — Tras tomar las llaves -tanto de casa como del coche-, el teléfono y una cajita con caramelos de menta, salió del piso, bajando después las escaleras para ir a la calle, y tras subir al coche, se dirigió al edificio donde iba a vivir pronto con Gustabo, siendo los futuros vecinos del comisario a quien iba a ver.

Estaba nervioso y no iba a negarlo, no con su corazón latiendo a mil por hora ante la presión a la que él mismo se estaba sometiendo. Y la forma en la que el vecino y este habían "cortado lazos" no ayudaba.

Su decisión a hacer que el comisario se sintiera atraído hacía él o al menos le tuviera la confianza suficiente, estaba firme, aún poniéndole tenso imaginar que se repitiera lo sucedido unos minutos antes con ese hombre, le ponía peor imaginar a su hermano mal por su culpa.

Aunque tampoco debía imaginarlo; lo veía.

No buscaba hacer daño a nadie. Nunca fue su intención.

Y aún así, se decía a sí mismo que tenía que conseguir información cueste lo que cueste.

Mejor que sufra un desconocido a que sufra su hermano.

Mientras conducía, se colocó el teléfono en la pierna para buscar el número del comisario. Se dió un momento para guardar al Horacio real, junto a sus nervios, el estrés que ya volvía y lo mal que se sentía por lo sucedido antes con el ojiverde en lo más profundo de él, y forzó una sonrisa alegre.

El pasamontañas no estaba, pero Horacio había sido cubierto por Dan; el que solo hacía lo que debía hacer.

Ni siquiera le importo la hora, hasta que ya era tarde para colgar la llamada. Casi las seis de la mañana. Se quedó a media maldición cuando el ruso contestó.

❝¿Horacio?❞ La voz al otro lado no sonaba átona, ni adormilada como el pelirrojo esperaba. No acababa de despertarse. Ahora no sabía qué era peor; si que acabara de despertarse por su llamada y le tomara por pesado o, que cuando se unieran al cuerpo y tuvieran que estar despiertos a esa hora sin que él tuviera ese algo que le endulzara las mañanas.

Casi hubiera preferido lo primero.

Adoptó su voz más alegre antes de contestar, con el teléfono ahora en la oreja mientras aparcaba a una calle antes de llegar al edificio del ruso —. ¡Hola, comisario Bombón! ¿Le pillo en mal momento? — Dio gracias mentalmente a que no había mucho tráfico. Le habría dado algo si se notará el cambio de sitio que había hecho y por consiguiente, que tenía coche.

Escuchó cómo el mayor se atragantaba con algo y sabía, era por culpa de aquella forma de llamarle, pero no dijo nada al respecto. Ninguno lo hizo. Sacó sus caramelos de menta, tres o cuatro, ni siquiera los contó antes de echarlos en su cavidad bucal, y caminó hacia el edificio a paso rápido.

❝Muchos de mis amigos se quejan de que actuó de forma... Demasiado coqueta. Pero no lo hago con segundas intenciones, de verdad.❞

La voz del pelirrojo sonó en la cabeza del de mirada azul al tiempo que tomaba otro sorbo de café para pasar el mal trago que le quedo al atragantarse con el mismo momentos antes. Debido a lo tímido y "parado" que era a comparación del joven -y casi cualquiera, ¿Para qué mentir?-, aquellos comentarios le ponían más nervioso de lo que quisiera admitir, pero no quería hacer sentir mal a alguien aparentemente tan sensible.

¢нαιи σf ℓιєѕ •||𝕍𝕠𝕝𝕜𝕒𝕔𝕚𝕠/𝕀𝕟𝕥𝕖𝕟𝕒𝕓𝕠||•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora