✐ Eleven.

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┏╍❥ Quiero recordaros que pronto habrá otra
╏ historia, "Sick!", de Intenabo y Volkacio.
┣╍❥ Y... La profe Darco ha trabajado lo suyo
╏ para este capítulo... ¿Listos para aprender
╏ cosas sobre la dependencia emocional
╏ llevada al extremo? ^^

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Su despertar fue más… Dulce, de lo que desde que se metió al cuerpo, imaginó que sería si algún día llegara a ser secuestrado; no despertó en un hotel cinco estrellas ni mucho menos, no le acariciaron la cara con suavidad mientras abría los ojos, ni tampoco fue recibido precisamente con besos. Pero tampoco es como si lo hubieran obligado a despertar a golpes.

— Buenos días~.

La canturrona voz de Pogo había sonado suavemente en su oreja nada más despertó, como si supiera exactamente cuándo volvería en sí, llamándole por ese mote tan estúpido que le había puesto mientras entonaba una melodía, canturreando el apodo con alegría.

— ¿Pogo? —  Tosió casi al momento de decir eso, sintiendo la garganta dolorosamente seca. Estaba tumbado con uno de sus brazos entumecido, siendo recorrido por un molesto calambre, pero no se movió ni abrió los ojos, no de inmediato.

— Eres tan listos*, Rusiti. — El tacto enguantado en su mejilla le hizo cosquillas y los ojos le temblaron queriendo abrirse, pero le aterraba lo que se pudiera encontrar al hacerlo hasta que —: ¿No vas a abrir los ojos? Me había vestidos* elegante para tis*… —  La alegría de su voz le hacía sentir escalofríos, pero no se quejó.

Siguió sin abrir los ojos hasta que sintió algo húmedo y frío en sus labios; lo primero que vió fue una botella de agua de un litro totalmente llena, cuya boquilla era lo que le estaba tocando sus belfos. Al mirar más allá de la botella de plástico, la conocida máscara blanca con una sonrisa pintada de Pogo le saludo en el silencio que se instaló cuando este calló; el traje que este llevaba le hacía acordarse del superintendente y sabía que era eso lo que el payaso intentaba, y los cabellos rubios no eran cubiertos por nada, como si le dijera sin palabras que sabía cuánto había pesando en ese detalle desde lo que le quitó la peluca que siempre utilizaba. La realidad, era que no había podido encontrar una del mismo color y, tampoco quería una nueva; quería recuperar la suya y sabía perfectamente cómo la recuperaría.

— ¿Por qué no bebes? — preguntó, apartando un poco el recipiente; la boquilla dejó caer unas pocas gotas, que acariciaron sus mejillas y labios. No contestó; tenía la garganta seca y aún así, tampoco sabía qué podría decirle exactamente —. ¿Crees que está envenenadas*? — No lo veía, pero algo en su interior le dijo que hacía un puchero infantil por cómo sonó la pregunta, como si fuera dicha por un niño que niega haber hecho algo malo.

— ¿Lo- — Tosió, interrumpiendose a sí mismo —, lo está? — Más tos.

— Si te quisiera matar, ya lo habría hechos*… Ambos sabemos que no soy un corderitos*, comisario Rusiti. — Levantó la máscara, lo justo para regalar al moreno vistas a más de la piel blanca oculta debajo y unos labios morados como la peluca que le arrancó en su día.

Bajo la atenta mirada castaña, el payaso dio un trago largo de agua, dejándola casi por la mitad; pensaba que si tomaba sólo un sorbito él no le creería, pero tampoco quería dejarle sin agua.

Se pasó el líquido de cachete a cachete, inflandolos en el proceso y luego, tragó elevando la mirada, dejando ver como su nuez baja con más claridad que la que el estar acostado y el contrario sentado a su lado le daba ya de por sí.

— ¿Estás satisfecho? — Sin esperar respuesta volvió a acercar la botella a los labios ajenos. La húmeda y suave calidez de la boquilla de plástico bastó para que Ivanov finalmente bebiera; al principio, fue a tragos cortos, mirando fijamente la máscara levantada que dejaba ver la amplia sonrisa de labios morados, satisfecho de conseguir lo que quería, pero a medida que la botella se inclinó con suavidad porque el líquido se agotaba, el ritmo subió. La botella se quejó con crujidos mientras se deformaba, haciendo reír levemente al enmascarado —. Ahora te arrepientes de no haber confiado en mís*, ¿Verdad? — Le apartó la botella y pese a que estaba vacía, el ruso elevó ligeramente su pecho y cabeza hacia arriba, intentando no separar su boca del recipiente; se dió cuenta entonces de que no estaba atado ni detenido de ninguna forma más que de una muñeca, esposada a la estructura de la cama que asomaba entre ambos —. Te daré más cuando hablemos un poco… Y comida; tu estómagos* ruge tan fuertes* que asusta. —  Rio con levedad.

¢нαιи σf ℓιєѕ •||𝕍𝕠𝕝𝕜𝕒𝕔𝕚𝕠/𝕀𝕟𝕥𝕖𝕟𝕒𝕓𝕠||•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora