Sra. Ulrich.

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Desperté. Estaba en la habitación de un hotel y olía a mar y a desayuno recién hecho. Tortitas. Tenía mucha hambre, tanta que creí que iba a morir.

-Buenos días, cariño.

Miré a mi lado y Sonreí. Ahí estaba mi amor, mi marido, mi Lars.

-Buenos días.

Era el último día de nuestra luna de miel, y yo realmente deseaba que no acabase nunca. Habíamos estado allí dos semanas dando paseos por la playa y... Bueno, poco más. El resto del tiempo lo pasamos en la cama. Pero todo acabaría ese día y volveríamos a la asquerosa rutina -aunque cierto es que ya no dormiría sola-.

-Tenemos que dejar la habitación a las 11.

Resoplé. No quería irme nunca de ese lugar.

-¿No podemos quedarnos un poco más? -Dije acariciando su pecho- Sé que necesitan la habitación, pero podrías usar tus dotes de famoso para... -Lars negó con la cabeza- ¿Por qué?

-Porque ya viste que aquí no me conoce ni dios. Además, no es honrado.

-¿De verdad hablas tú de cosas honradas, señor "me bebo hasta el agua de los floreros"?

-Exacto, señora Ulrich. -Sonreí.- Además, he madurado desde que nos casamos.

Intenté aguantarme la risa, pero no pude. Comencé a reírme a carcajadas y a dar vueltas en la cama. Me dolía la tripa de reírme. Lars me miró mal y al momento empezó a reír él. Alguien llamó a la puerta, e intentando dejar de reír, fui a abrir.

-Disculpen, necesitamos que dejen libre la habitación en media hora.

-¡Lárguese!

-¡Lars! Disculpe, no le haga caso. En seguida nos vamos.

No quería irme, para nada, yo quería estar allí. mucho más si llego saber lo que pasaría una semana después de aquello...

Ride the lightningDonde viven las historias. Descúbrelo ahora