𝐝𝐨𝐜𝐞

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Lo que se debe dejar ir.

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Eren Jeager.

Restregué mi rostro con aquella tibia agua, dejando las lágrimas atrás, para así, mirarme en aquel espejo. Mis ojos se humedecían, y las lágrimas volvían a salir. Había un extravagante dolor que abundaba en mi interior, pero ahí yacía desde hace muchos años, haciéndose más grande. Suspire, y me mire. Me había convertido en lo que juré destruir, y la impotencia se mezclaba con el resentimiento, pero yo, continuaría a cualquier costo. Mire mis manos, humedecidas por aquella agua, pero a través, solo veía sangre. Era la sangre de los inocentes que había sacrificados, y entre ellos, la de Sasha. Su rostro yacía en mi imaginación, sin poder tener credibilidad de que se había ido de la faz de la tierra, y no había manera de devolverla. Quizás era muy noble para vivir aquí, quizás su corazón no pertenecía a este oscuro mundo. Los gritos de las personas retumbaban en mi oído, pero estaba claro que esa masacre no sería la última que mis decisiones provocarían, se avecinaba una ola más fuerte, y aquí estaba, preparándome mentalmente para lo que vendría más allá de los días, y más allá de estos muros. Miraba mis ojos, dialogaba con mi reflejo, y era insensato imaginar lo débil que algún día fui, pero ahora, mi capacidad sobrepasaba mis límites, y no había manera de que alguien pudiera entender el laberinto que fragmentada mis pensamientos.

Me distancié, dejando de mirarme para sentir la abundante soledad de la fría noche. Sentía su aroma, como si aún rondara por aquí, pero no era así, ella ya no era mía; nunca lo fue. Sus ojos oceánicos estaban plasmados en mi mente, como si fueran fuertes raíces de un roble, y no pudieran desprenderse. Esa mirada, aquella seria y fría que me erizaba la piel. La echaba de menos, pero más echo de menos lo que nunca pudimos haber sido. Su cabello seguía siendo igual de hermoso, sin importar que lo hubiera cortado, a pesar de que el tiempo la alcanzaba, estaba igual de hermosa que la primera vez que la conocí. Kira ya no era una niña, aunque jamás lo fue, siempre creció de una manera más madura que la mayoría, pero ahora era una mujer, y me era incapaz no dejar de pensar en ella, de una manera melancólica. Su voz había cambiado, pero aún se escuchaba la dulzura en ella. Aunque sonara fría, sabía que había sido causante de muchos daños emocionales, y que aún, le quemaba su interior. Mis acciones crearon daños colaterales, tanto a ella, como a los demás. Sabía que muchas cosas habían cambiado, la confianza y la seguridad que mis compañeros tenían en mi, que mi mejor amigo y mi hermana tenían, había perdido mucho, pero jamás pensé perder el amor de Kira.

Me senté en el colchón, ambos siempre estaríamos unidos por el destino, y por el tiempo. Esa fue la razón por la cual ambos, estamos destinados a saber cómo terminaría esta historia. Estamos entrelazados por los caminos, aquellos que no todos podían ver, porque su sangre y apellido, tenían más importancia de la que ella creía. Era pro eso, que al final de esta historia, nuestros suspiros serían el final, y en sus manos, mi vida. Suspiré, y me recosté. El recuerdo de aquella pequeña bebé llegó a mi, sentirla fue aliviador. Su rostro era ternura, una que sanaba mi ser, pero sus pequeñas manos era una descripción que no podía hacer. Lo que sentí cuando la sostuve, fue un sentimiento de tristeza que me invadió. Aquella pequeña era la viva imagen de quien me había educado, y plantado la disciplina que tenía, incluso el respeto. Levi Ackerman, era idéntica a él. Dos giras de agua, pero algo le pertenecía a esa rubia chica. Pensaba mucho en él, y en cómo desde siempre supe que algo abundaba en su corazón en referencia a la chica a quien amaba. Pese a todo, no estaba molesto con él, porque sabía que le estaba dando una felicidad con seguridad, una que no pude darle, pero que anhelé dar. Aún así, recordaba hoy más que nunca, lo que fue conocerle.

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Lapso de tiempo pasado.
Nueve, ocho, siete, seis, cinco y cuatro años atrás.
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𝐁𝐄𝐘𝐎𝐍𝐃 𝐔𝐒 ── 𝐒𝐍𝐊Donde viven las historias. Descúbrelo ahora