Capítulo 12

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Ambos chicos estuvieron un buen rato allí. El sol era cálido y Jeno solo seguía comiendo algunos snacks que había robado de la mesa. Probablemente en unos minutos más los llamarían a comer.

Ambos se habían ofrecido a ayudar, pero ya habían cerca de seis personas en ello, por lo que no era realmente necesario. Pasaba hoja tras hoja, tratando de retener la mayor cantidad de información posible en aquél libro.

Se sentía algo triste, no iba a negarlo, pero realmente no es como si pensara en hacer algo, por lo tanto, solo optaba a seguir en su lectura. Quizá en algún momento saludaría al mayor, aunque solo por educación, ya que aún le daba vergüenza. El chico estaba siempre rodeado de sus amigos y ellos no parecían despegarse a él en ningún momento, casi como lapas.

Aunque al parecer, no era el único triste.

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Ten se columpiaba en el juego metálico y de color celeste claro, sus zapatos rozaban las piedras y tierra cubierta por pasto que se encontraba debajo suyo. Sus orbes marrones no se movían en ningún momento del suelo, solo se balanceaba leve y con un movimiento tranquilo en el columpio.

No se sentía muy bien.

Incluso si había tratado de verse lo mejor posible, sentía que no lo hacía. Su chaleco era feo y parecía el de un abuelo, o quizás no era el chaleco el problema, si no, él.

No quería ir a la piscina. El traje de baño estaba guardado en su mochila, pero las probabilidades de que lo usara era de cero porciento. No se sentía muy cómodo con su cuerpo, menos aún cuando había comido demasiado.

A los ojos de los demás, Ten comía como un pajarito, a penas masas y azúcares entraban a su cuerpo, menos aún las frutas. La razón era simple, se sentía mal y lo que menos quería era engordar. Incluso si no llegaba al punto de saltarse demasiadas comidas o vomitar, sabía que lo que tenía podría transformarse en algo peor. Era un pobre chico inseguro el cual tenía un futuro borroso e inseguro.

Era difícil, quererse era difícil.

A veces deseaba salir confiado a la calle y usar algunas prendas que mostraran las partes que le daban inseguridad de su cuerpo, pero al final, terminaba cambiándose o casi con ganas de llorar en plena calle.

De todas formas, prefería ocultarlo a decirlo a sus amigos. Quizá estaba exagerando las cosas y al final solo resultaba ser una tontería. No quería preocupar a los demás con sus tontos problemas.

Pero a veces, sentía la necesidad de tener una voz y una mano cálida que pudiera hacerle saber que todo estaría bien.

Era algo complicado.

Su cabeza estaba llena de líneas que se volvían nudos, cada vez peores cuando trataba de desenredarlas. Sus manos jugaban entre ellas y sus ojos se perdían entre el pasto y la brisa refrescante.

Quizás solo no era un buen día, o al menos esperaba que fuera eso.

—¿No crees que es un poco triste estar aquí solo?

Ten saltó levemente del susto, sintiendo un peso llenar el otro asiento del columpio y una voz serena, cálida y algo ronca, pero no demasiado.

—¿Lo es?—intentó sonreir, alzó la vista y pudo encontrarse con el dueño de la voz. Un chico bastante alto y de brillante cabello rubio lo observaba, también con una sonrisa y ojos en una línea.

—Es un día lindo, ¿No deberías de aprovechar de estar en la piscina?—contestó, luego volviendo hablar para añadir—. Tus amigos están en la piscina, creo que eso es mejor que estar triste y apartado.

Café de vainilla | 2ChanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora