Capítulo 14

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La rutina volvía y el café igual. Se acomodó mejor en la silla y observó a Donghyuck sonreírle desde su posición, pero pronto volvió a enfocar su vista en el trozo de pastel que estaba cortando. Durante este tiempo en el que comenzaban a volverse cercanos, podía notar algunos detalles que no había hecho al inicio.

Donghyuck era sumamente perfeccionista, aunque solo el algunas cosas. Era terriblemente desordenado y alguien estudioso. No encajaban demasiado, pero las conversaciones jamás se tornaba aburridas. Podían hablar de diversos temas y siempre escucharse con interés. Los momentos junto a él eran sencillamente únicos. Amaba ese lado encantador y divertido, riendo y dándose cuenta de las cosas sin la necesidad de palabras.

Faltaba poco para el término del primer semestre.

El mejor semestre de su penosa vida escolar. Estaba absolutamente encantado de poder disfrutar junto al mayor. Incluso si Donghyuck no sentía aquella chispa mágica que movía su corazón, él lo hacía y eso era lo único que le importaba para permanecer a su lado. De cierta forma, perderlo solo por su enamoramiento dolería más que el rechazo. Había encontrado un amigo en él y ya no era lo mismo, era aún más. Le gustaba demasiado y podía decir perfectamente que se había enamorado.

Quizá a penas unos meses era muy poco como para llamarlo amor. No lo sabía, pero las sensaciones calidad eran suficiente para aferrarse a ello. Estaba bien si solo terminaba en amigos, porque no lo quería perder.

Tristemente, no todo era rosas y sensaciones felices. A veces pensaba en la posible situación de no ser correspondido y aún así tratar de mantenerse allí, comenzando a lastimarse a sí mismo al no poder borrar sentimientos.

El amor era definitivamente complicado.

De todas formas, Jeno siempre le daba ánimos diciendo de que él podía y de que al mal tiempo, buena cara.

—Está frío, ¿No?—saltó en su puesto y observó a quien lo miraba tierno—. Es probable de que vuelva a nevar. El clima es algo extraño.

—Lo es, aunque falta poco para las vacaciones de invierno—contestó—. ¿No sientes frío así?

Negó, sonriendo amistoso.

Sungchan tocó las abultadas mejillas, sorprendiendo al mayor. Estaban heladas, pero no lo suficiente. Tocó sus manos y frunció el ceño.

—¿Seguro?—el contrario asintió y soltó pequeñas risas, terminando por contagiar al menor—. Entonces está bien.

Aún quedaban unos cuantos minutos antes de tener que marcharse e ir a la escuela. Podían seguir hablando por unos momentos más.

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—¿Crees que vendan algún tipo de pesticida contra eso?—preguntó algo frustrado—. Busqué, pero no he encontrado, solo me quedaría en mi tienda confiable e infalible. Si no hay, voy a llorar.

Jeno hizo una mueca y palmeó su espalda.

Había tenido unos cuantos problemas con las plagas. Eran molestas y a veces mortales para sus preciosas plantas, pero jamás se rendiría, se negaba. Haría lo posible por eliminarla, incluso si tenía que limpiar a mano cada manchita en la no tan pequeña planta.

Su teléfono sonó, llamando su atención y confundiendo sus sentidos. Casi nunca le escribían, además de tener pocos números. Pensó en su madre, pero no debería, ya que le preguntó si quería que pasara a comprar algo, pero dijo que no.

De todas formas, a veces su padre le hacía pedidos y lo sobornaba con dejarle el vuelto.

Ante ello, sacó el aparato, observando un nombre que no esperaba en la pantalla de notificaciones.

Café de vainilla | 2ChanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora