Capítulo 1

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Cabello castaño, labios esponjosos, mirada dulce e infantil y una personalidad alegre y extrovertida.

Así es cómo podía definir al precioso chico. Lee Donghyuck era el ser más perfecto que pudiese existir en esa horrorosa escuela. Su rostro era etéreo y de rasgos tan delicados como definidos.

Siguió observando con ternura al más bajito reír junto a sus amigos, mientras que comía el pequeño postre diario de su almuerzo.

Simplemente, muy bonito.

Suspiró con pesadez, pues claramente solo le quedaba observar. Donghyuck estaba fuera de su alcance y lo estaría por toda la vida. El alto sólo era un tipo más de la escuela, al cual, nunca, pero jamás, un ser tan precioso como el castañito lo miraría.

De hecho, ni si quiera él lo haría en el lugar de Donghyuck, así que menos eran las posibilidades de que si quiera lo piense.

Jugó con la comida de su plato durante casi toda la hora de descanso, mientras que sus amigos seguían hablando de juegos y de tareas que debían. Probablemente a él también le debería importar, pero Donghyuck en su mente era un obstáculo a pensar en otra cosa.

Su día a día se resumía así: ver a Donghyuck hablar hasta con las moscas menos con él, porque no se atrevía ni a respirar su mismo aire.

Deprimente.

Ver de pequeño películas donde el chico de tus sueños te comenzaba a hablar y se terminaban casando mientras tenían cuatro gatos fue la peor decisión, porque eso no pasaba.

¿Qué clase de ritual tendría que hacer para que el bajito se digne si quiera a mirarlo de reojo?

No lo sabía, pero si funcionase lo intentaría con gusto.

Comió cerca de dos bocados de su bandeja y la dejó, su humor hoy no era de los mejores y deprimirse por el no-amor de su vida solo lograba empeorar la situación. Se levantó junto a sus amigos para dejar el plato, ya que era hora de su última clase y por fin podría salir de su miseria escolar y amorosa.

Dió un último vistazo y logró divisar al moreno limpiar su boca manchada con pastel.

Cosita.

Volvió su vista enternecido y tratando de darse ánimos inexistentes para no morir de sueño en clase de literatura. Comenzaba a cuestionarse si su maestra hubiese debido de trabajar haciendo canciones de cuna para dormir, porque eso era lo único que lograba hacer al entrar a aquella clase.

Levantó sus manos y finalmente entró a la zona de guerra.

๑❥๑


Por fin la clase había terminado, aunque tampoco se podía quejar, porque ni si quiera prestó atención al buenos días de la maestra, sólo llegó como avión a su asiento a aterrizar el vuelo. En fin, durmió toda la clase y ahora tiene que pedirle los apuntes al pobre de Jeno, que ya pareciera que le copia el cuaderno por completo a él.

—Dios santo, ¿cómo es que aún no repruebas el año?—cuestionó el mayor con una mueca de confusión—. ¿Seguro que tus padres no son de alguna mafia o algo?

Café de vainilla | 2ChanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora