Capítulo 4

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Suspiró y volvió a levantarse de su cálida cama.

El frío cada vez iba en aumento, esto ya no era tan divertido como se veía en las series animadas, donde todos iban con abrigos gigantes y se calentaban en una fogata. Ni si quiera tenía calefacción.

Sus flores se escondían del helado clima y sus plantas temían por la próxima nieve que se acercaría en las siguientes semanas. No le agradaba para nada, menos por el hecho de que después lo mandarían a él a quitar la nieve que estorbaba en la entrada de su casa.

Para nada conveniente.

Usó sus pantuflas y recién se dió cuenta de que, oh, era sábado y no tendría clases. Tampoco estarían sus padres, que de hecho, se habrían ido el día anterior durante la noche para así llegar de día a su destino. Envidiaba de cierta forma su extraña luna de miel, pero la idea de andar de vago en su casa y de cuidar sus plantas sonaba mil veces mejor.

El también podría tener una linda luna de miel junto a Donghyuck.

Claro que cuando se fuera a dormír, porque soñar es gratis.

Se levantó y caminó con lentitud hasta llegar al piso inferior, encontrándose con su no tan pequeño gato.

—Leonardo, hoy somos solo tú y yo—dijo con sus ojos entrecerrados y abriéndose paso para tomar un bowl de los guardados en el mueble marrón de su cocina—. Interesante, ¿no?

El gato maulló y se fue a penas tuvo la oportunidad.

—Veo que no soy lo suficientemente interesante para ti.

Pues no, se contestó a sí mismo al ver al pobre felino escapar de su dueño.

Su estómago rugió feroz, entonces recordó la razón de su estancia en la cocina. Iba a prepararse algo para no morir de hambre a tan temprana edad.

Tomó una caja de leche de su refrigerador, a la vez que una de cereal, echando los dos a la vez, porque simplemente no pensaba discutir acerca de cual se colocaba primero, no lo haría. También colocó un poco de plátano, pero partido en rodajas con la intención de que se viese más lindo.

Tomó una cuchara y se marchó hasta su jardín, donde hoy sería su comedor y probablemente su cuarto adoptivo durante ese fin de semana.

Movió su silla entre el pasto y se sentó a comer su sabroso desayuno.

El cielo estaba sin ningún rastro de sol y sus plantas lo sabían. El frío era intenso, pero no lo suficiente como para poder atacar al castaño, quién usaba un divertido pijama de cerditos.

Repentinamente, sonrió y llevó unas cucharadas llenas de cereal hasta su boca.

Miró nuevamente el cielo y recordó lo maravilloso que habría sido el día anterior. Había hablado con Donghyuck por primera vez. No hacía falta decir que era aún más lindo de cerca, realmente precioso.  Su corazón se alteraba inmediatamente de tan solo pensar en el mayor, quién incluso lo habría recordado. ¿Habría sensación más bonita que el ser notado? Probablemente sí, pero en esos momentos, para él sí la era.

—¿Que haces con esa cara de estúpido? Te vas a tragar una mosca, cierta la boca, baboso.

Jeno habló, sorprendiéndolo y provocando que dé un leve salto en su asiento. Velozmente se pasó por el pequeño muro que separaba ambos jardines de las dos casas, sonrió amistoso y movió con brusquedad la silla restante para sentarse y mirar al otro divertido.

—¿Y qué haremos?

—¿En qué momento se volvió un "haremos"?—preguntó con una ceja alzada, pero sin un enojo real. Le era imposible enfadarse con el pesado que tenía por amigo, y este lo sabía.

—Desde que te dije hola y me respondiste, además, tus padres me dijieron que estarías solo y que te "cuidara"—respondió, pero pronto volvió a preguntar con verdadera indiferencia al hablar—. ¿Entonces qué haremos?

El menor bostezó y pensó seriamente por un momento.

—Quería aprovechar de comprar algunos materiales, quiero hacer jardines eternos.

Se echó una cucharada grande de cereal, mientras que recibía una mueca de confusión de parte del peliazul.

—¿Qué? Bueno, no sé, pero yo quiero comprarme algunas cosas así que vamos—contestó a la vez que se paraba del asiento y palmeaba la espalda contraria—. Ve a bañarte, apestas.

El menor rió bajo y se paró, para posteriormente entrar a su casa, caminando en dirección a su cuarto mientras era seguido por Jeno. Ambos entraron a la habitación del castaño y le prendió el televisor con la consola a Jeno, quien lo esperaría mientras jugaba algún juego aleatorio.

—Algún día te quedarás atrapado entre tanta cosa. Yo no te ayudaré, solo me llevaré tu consola y a tu gato—observó con sinceridad y desinterés al hablar, pero pronto cambió su rostro al ver aparecer entre las puertas al pequeño felino—. ¿Verdad que sí Leonardo? Claro que sí, ambos nos vamos y dejamos a este feo humano solo.

El gato maulló y se paseó por las piernas del mayor, ronroneando contento y amoroso, eso hasta que Sungchan trató de acariciarlo y solo recibió un gruñido y arañazo.

—¿Ves? Con esas pintas hasta a tu gato espantas—respondió con la mirada aún en su mascota, pero pronto adoptó un semblante serio y con una mueca de asco—. Báñate, mi nariz se quiere tirar de un puente por estar cerca tuyo y yo también.

El menor lo miró indignado, pero solo rió y se decidió por sacar sus cosas y bañarse.

Fue en dirección a la ducha y dejó al intruso solo en su habitación, el cual estaba muy ocupado hablando con su gato. A jeno realmente le gustaban mucho los animales, pero ambos padres del mayor eran alérgicos a estos, por lo que solo se limitaba a alimentar a los de la calle.

Estaba en un momento de gozo. Aunque a veces Sungchan se cuestionaba seriamente si es que el peliazul iba a visitarlo a él o a su gato.

Probablemente era la segunda opción.

Se duchó algo lento e imaginó el rostro fruncido de su madre al ver el tiempo tardado y la pobre cuenta del agua, aunque en realidad solía lograr asearse a un tiempo record, los fines de semanas podía tardar hasta cuarenta minutos metido en el baño, para luego salir como una esponja de tanta agua que habría absorbido su cuerpo.

Era bastante consumista a decir verdad.

La opción de conseguir un sugar daddy seguía en pie.

Salió del baño ya vestido y perfumado, mirando al chico quien descansaba con todas sus extremidades estiradas por su cama, con también el gato encima.

—¿Estás listo soldado?

—Correcto, mi comandante.

Jeno se paró del mueble, dejando delicadamente al felino a un costado, levantándose y mostrándole un saludo militar al menor.

—Por cierto, Mark, Jaemin, Shotaro y Lucas van a venir, ya les avisé.

—Pero—fue interrumpido por el contrario, quien solo siseó y negó repetidas veces con su cabeza.

—No hay peros, soldado.

—🖇️—

Hoy día comí durazno 🙈.

Cómo q mañana es año nuevo, nooooo que onda.

Café de vainilla | 2ChanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora