CAPÍTULO 16: El masaje

722 62 19
                                    


Adriana, jueves.

Hice rodar el cuello hacia atrás mientras releía algunos de los trabajos que me habían llamado la atención.

No voy a negarte que me sorprendió descubrir que los tres trabajos que más me habían llamado la atención habían sido el de Celeste, el de Andy y el de J. En ellos se dilucidaba una extraña sensación de verdad, entremezclada con elementos, si más no, sorprendentes.

El de Celeste y Andy eran un tanto macabros. Los dos tenían talento para transmitir y una pluma ágil que te hacía conectar de inmediato con sus historias.

El de Andy iba sobre una chica que parecía haber entrado en un círculo del que no podía salir. Un precipicio, un suicidio, un salto al vacío y un oscuro secreto del que nadie quería hablar.

Me despertó muchísima curiosidad y casi podría decir que es un relato thrilleriano del que querías saber más, mucho más

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Me despertó muchísima curiosidad y casi podría decir que es un relato thrilleriano del que querías saber más, mucho más.

El de Celeste trataba de una chica que intenta escapar de una manada de lobos hambrientos mientras sus padres miran impávidos como la devoran en una orgía de sangre y sexo.

Es un relato caliente, oscuro y cruel. Que tiene su punto morboso.

Ahora tenía una redacción que, mientras la leía, me tenía mordiéndome el labio inferior a la par que apretaba los muslos

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Ahora tenía una redacción que, mientras la leía, me tenía mordiéndome el labio inferior a la par que apretaba los muslos. Era la de J, quien con una pluma descarada redactaba la interacción de un alumno con su profesora de literatura.

Me gustaba que, dentro de lo explícito,  no era soez, al contrario y me picaba la curiosidad por saber si el verdadero J era tan lujurioso como el muchacho de la historia.

Llamaron a mi puerta y susurré un adelante que me hizo reclinar la espalda contra la silla.

—Hola, —me saludó Álvaro asomando la cabeza.

—Hola —sonreí al instante. El profesor de gimnasia era un hombre de humor contagioso, además de muy atractivo.

—Te he traído un café. Solo y sin azúcar, ¿verdad? —preguntó, entrando sin esperar a que lo hiciera pasar.

La ProfesoraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora