Capítulo 5: Caperucita y la loba

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CELESTE

—Celeste... —Álvaro me mira con advertencia.

—¿Qué? —ronroneo.

—Que eres preciosa, pero no juegas en mi liga...—Me detengo y lo miro sin comprender—. Además estás con mi sobrino, con la familia no se juega.

—No eres gay, he notado tu erección. —Prefiero obviar a J. Él me dedica una sonrisa ladeada.

—Yo no he dicho que sea gay, solo que no juegas en mi liga. Eres demasiado joven y yo tengo unos gustos muy particulares.

—¿Y qué te dice que no pueda saciarlos?

—La experiencia... Si quieres que alguien te enjabone la espalda pídeselo a mi sobrino, seguro que estará encantado de hacerlo... Y recuerda el consejo que te he dado sobre tu vestuario. No soy de repetir las cosas dos veces. No me gustaría tener que hablar con el director al respecto. —Me acaricia la punta de la nariz y se marcha dejándome con un calentón de cuidado.

No pienso dejarlo correr, Álvaro me atrae demasiado y aunque J me gusta, su tío son palabras mayores.

Voy a averiguar cuáles son sus gustos, a los que hace referencia y cuando lo sepa, no va a tener ninguna excusa para no complacerme, ni siquiera, a su sobrino. Cuando algo se me mete entre ceja y ceja, no paro hasta conseguirlo.

*****

ADRIANA

—¿Cómo te ha ido el día? —pregunta mi marido en cuanto llego a casa con un Merlot abierto.

—Bien, largo. Lo primeros días siempre se me hacen largos.

—¿No tendría que ser al contrario? —pregunta sirviendo un par de copas—. Se supone que uno se ilusiona cuando tiene un nuevo reto por delante.

—¿Quién te ha dicho que para mí sea un reto?

—Tú fuiste la que insistió para que nos mudáramos.

Le ofrezco una sonrisa sin humor cuando me tiende la copa. Me fijo en su muñeca donde descansa un reloj de la marca Hublot, que dice mucho de su estatus. No del mío, no te confundas, estamos casados en régimen de separación de bienes y me hizo firmar un contrato prematrimonial asegurándose de que no iba a quedarme un solo euro si nos separábamos. Asé es el amor entre nosotros, totalmente desinteresado... (Léase con retintín)

—Si insistí es porque no puedo estar sin trabajar y lo tuyo se hace desde cualquier parte del mundo...

Me agarra por detrás y besa mi cuello.

—Te noto tensa. ¿Necesitas que te relaje? —sugiere besándome el lateral del cuello. Sé lo que quiere decir eso...

—Hoy no es sábado. Y lo que ahora necesito es llenarme la bañera y relajarme en agua caliente.

Me separo de él besando su mejilla y llevándome conmigo la copa de vino.

Enciendo unas velas aromáticas, pongo Bed of roses de Bon Jovi y lleno la bañera asegurándome una buena capa de espuma. Para añadir justo después una bomba de baño de The Ritual Of Holi Fizzing, de Sephora, con aroma a lirio flamingo y pomelo rosa.

Me hundo en el agua humeante y doy un sorbo a la copa, se me escapa un suspiro de complacencia al sentirme abrazada por el calor húmedo y el sabor de las uvas añejas, estallando en las papilas. Mi marido es único eligiendo vinos.

Trasteo el móvil, no lo he hecho desde que salí de casa.

Cuando trabajo me gusta tener los cinco sentidos en lo que estoy haciendo. Soy de las que piensa que el móvil es una buena herramienta, pero te dispersa, solo lo uso cuando es estrictamente necesario, como mi paja matutina.

La ProfesoraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora