Capítulo 26: ¿Una cita?

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Adriana

Aguanto con las piernas hacia arriba un minuto más, mientras, mi marido, se pone su batín.

—No lo entiendo. Ya deberías haberte quedado embarazada.

—A veces esas cosas tardan, no son inmediatas —murmuré fastidiada.

—¿No será que estás tomando la píldora del día después? —preguntó deshaciendo la distancia entre nosotros. Fingí no sentir disgusto. La repulsión  reptaba por mi garganta al contemplarlo, al pensar en lo que me convertía cada vez que yacía con él.

—Jamás haría una cosa así —­respondí rápida. Él introdujo los dedos en mi vagina y empujó hacia dentro la corrida varias veces. No me moví, no protesté. Tenía la mirada puesta en el techo.

—Eso espero por tu bien. 

Acabó de empujar y en cuanto sacó los dedos me los dio para que se los limpiara. Separé la boca tragándome la rabia y los restos de fluidos.

—Buena chica. Hoy no ceno en casa, tengo una cita de negocios y no sé a qué hora llegaré, igual se alarga.

—Por mí no te preocupes, tengo muchos exámenes que corregir. —Me sonrió complacido—. Bien, voy a prepararme para salir, quédate unos minutos más así. ­

Empujé las comisuras de los labios hacia arriba y él entró en el baño para darse la ducha que yo tanto deseaba. Quería quitarme su olor y aquel sabor amargo de la lengua. Escupí contra el suelo. Si no fuera porque me tenía cogida por los ovarios jamás me habría casado con él.

De inmediato la imagen de Ándres follándome en la cornisa me sacudió de cabeza a pies. Quise fingir que lo que hicimos no me había removido por dentro, y más delante de él. 

Cuando lo dejé en el pasado, también se quedó una parte de mí misma, fue una de esas fracturas de las que te resientes cada vez que llueve, en mi caso, cada vez que lo veía

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Cuando lo dejé en el pasado, también se quedó una parte de mí misma, fue una de esas fracturas de las que te resientes cada vez que llueve, en mi caso, cada vez que lo veía.

En aquel entonces tildé de encaprichamiento lo que sentía por Andrés, aunque en el fondo sabía que era algo más, pues su imagen perduró en cada una de mis masturbaciones o cuando intimaba con mi marido. No me podía permitir dar un paso en falso.

Aguanté con las piernas en alto hasta que el innombrable salió de la ducha, su cara de complacencia hizo que las bajara y ocupara el lugar que él acababa de dejar.

Jamás le diría que falsifiqué el chequeo que se hizo el otro día y que el recuento de espermatozoides fue nulo. No podía tener hijos, nunca me quedaría embarazada por mucho ahínco que le pusiera. Necesitaba que pensara que sí, hasta que tuviera claro qué hacer al respecto. Nuestro acuerdo incluía un hijo y si se daba cuenta de que era infertil podrían cambiar las condiciones.

Cerré la puerta, encendí el agua y me ubiqué debajo de ella, calentándome la piel donde solo había frío. Me quedé bajo el chorro quince minutos, sin exagerar. Después me enjaboné a conciencia y dirigí la alcachofa entre mis piernas, quería eliminar cualquier resto suyo.

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⏰ Última actualización: May 30, 2021 ⏰

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